viernes, 23 de noviembre de 2018

Ninguno de los dos supo llamarlo amor - Poema de Juan Carlos García Hoyuelos

Aunque nuestra pasión hizo jirones
la blusa de la luna
y cubrió el techo de perseidas,
como la nieve
nos fuimos poco a poco
retirando de las montañas.

Ninguno de los dos
supo llamarlo amor.

Fue tan fácil: tú y yo,
más que amigos,
sudor híbrido,
espuma jaleada por la anarquía.

Y, sin embargo, el alba
a falta de hallar el sustento
en nuestras bocas,
tuvo que alimentarse
de los ruidos de la calle.

Tal vez si uno de los dos
lo hubiese llamado amor…

Por qué negarlo,
sigo echándote de menos.
El orgullo no consuela los silencios.

Puede que no haya
estado enamorado de ti, no lo sé,
pero… si tú te hubieses
atrevido a llamarlo amor,
ahora no estaría rescatando
tu nombre de la playa.

Juan Carlos García Hoyuelos

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Azogue - Poema de Guadalupe Grande

Vivimos de costado
pasamos de puntillas

Gracias a dios nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza

Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.

Cuando los días huyen a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano en el almiar)
es menester ser precavidos.

Cuando la vida se oculta en los rincones
y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro
solícitos acudimos a las puertas del miedo.

El bosque de certezas ardió hace tres noches.
       Y yo he venido a pregonar
        la escarcha de la duda.

Guadalupe Grande


lunes, 19 de noviembre de 2018

Desmesura - Poema de Francisca Aguirre

A Javier Statié

Dijo que no. Y el Tiempo se quedó sin tiempo.
Luego, la vida hizo una pausa
y todo pareció recomponerse
como esos acertijos infantiles
en los que sólo falta una palabra,
una palabra necesaria y rara.
Pero dijo que no. Cerró los labios
y escuchó el gorgoteo de las sílabas
luchando por vivir a la intemperie.
Dijo que no. Y el tiempo oyó el silencio.
Luego, la vida hizo una pausa.
Y todo fue distinto: el dolor fue
más cauto, más sensato,
la lujuria lloró en su madriguera.
Y el tiempo inauguró sus máscaras:
hubo un pequeño espanto en los rincones,
temblaron los espejos agobiados
defendiendo impotentes el azogue.
Los pájaros callaron esa tarde
y la luna brilló blanca y sin manchas.
Ardió la noche como vieja tea
con la absurda avaricia de la muerte,
con su luto distante y pegajoso,
y un rencor resabiado y carcomido
descargó como lluvia en el desierto.
Entonces, sólo entonces,
oyó a su corazón ladrando
y se volvió despacio a los espejos
y los vio tiritar con mucho frío
y pedir compasión desde su escarcha.
Y no supo qué hacer con tanta desmesura:
cerró los labios y escuchó al silencio.
Francisca Aguirre

miércoles, 7 de noviembre de 2018

SEUDÓNIMOS DE LA NOCHE - Juan Carlos García Hoyuelos

Es posible volver a enamorarse
cuando todavía quedan
lágrimas cautivas
y sueños que, por confesarse
con seudónimos a la noche,
no medran en recuerdos.

Es posible, quiero imaginar
que tú y yo somos pensamientos
del mes de noviembre
que quedaron diseminados
entre anotaciones escritas
durante el resto del año.

Puede que nunca nos hayamos visto
o que la distancia que hoy nos separa
sea tan solo la de dos gotas
de una lluvia que mojaron
sendas macetas de una misma terraza.

Y cuando sepa que son tus labios,
los tuyos... no otros,
de ellos no me voy a querer bajar,
de la misma manera que la noche
se embelesa con el cristal.

Y traduciré cada uno de nuestros besos,
uno tras uno, sin olvidar siquiera aquél otro
que supo a un tenue soplo,
porque ésta es la última vez que me enamoro;
son ya seis vidas las que he perdido
en los conjuros hechos al amor,
contra las huestes intangibles
que me hirieron de muerte
con un sencillo adiós.

Juan Carlos García Hoyuelos