si el hombre pudiera levantar su amor por
el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo
la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o
ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus
manos
proclama ante los hombres la verdad
ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta
existencia mezquina,
por quien el día y las noches son para mí
lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su
cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o
levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque
no he vivido.
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