miércoles, 30 de julio de 2014

El paraíso perdido (fragmento) John Milton

¡Salud, mundo infernal! Y tú, profundo Averno,
Recibe a tu nuevo señor, cuyo espíritu
No cambiará nunca, ni con el tiempo, ni en lugar alguno.
El espíritu vive en sí mismo, y en sí mismo
Puede hacer un cielo del infierno, o un infierno del cielo.
¿Qué importa el lugar donde yo resida,si soy el mismo que era,
Si lo soy todo, aunque inferior a aquel
A quien el trueno ha hecho más poderoso?
Aquí, al menos, seremos libres,
Pues no ha de haber hecho el Omnipotente este sitio
Para envidiárnoslo, ni querrá, por lo tanto, expulsarnos de él;
Aquí podremos reinar con seguridad, y para mí,
Reinar es ambición digna, aun cuando sea sobre el infierno,
Porque más vale reinar aquí, que servir en el cielo.
Pero, ¿dejaremos a nuestros fieles amigos,
A los partícipes y compañeros de nuestra ruina,
Yacer anonadados en el lago del olvido?
¿No hemos de invitarlos a que compartan con nosotros
Esta triste mansión, o intentar una vez más,
Con nuestras fuerzas reunidas, si hay todavía algo que
Recobrar en el cielo, o más que perder en el infierno?


John Milton

domingo, 27 de julio de 2014

LA TIERRA – Pablo Neruda -

La tierra verde se ha entregado

a todo lo amarillo, oro, cosechas,

terrones, hojas, grano,

pero cuando el otoño se levanta

con su estandarte extenso

eres tú la que veo,

es para mí tu cabellera

la que reparte las espigas.

Veo los monumentos

de antigua piedra rota,

pero si toco

la cicatriz de piedra

tu cuerpo me responde,

mis dedos reconocen

de pronto, estremecidos,

tu caliente dulzura.

Entre los héroes paso

recién condecorados

por la tierra y la pólvora

y detrás de ellos, muda,

con tus pequeños pasos,

eres o no eres?

Ayer cuando sacaron

de raíz, para verlo,

el viejo árbol enano

te vi salir mirándome

desde las torturadas

y sedientas raíces.

Y cuando viene el sueño

a extenderme y llevarme

a mi propio silencio

hay un gran viento blanco

que derriba mi sueño

y caen de él las hojas,

caen como cuchillos

sobre mí desangrándome.

Y cada herida tiene

la forma de tu boca.

Pablo Neruda (Los versos del Capitán - EL AMOR)

miércoles, 23 de julio de 2014

Más allá del amor - Octavio Paz

Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.

Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.

Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.

Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida

Octavio Paz
 
 

sábado, 19 de julio de 2014

El paraíso perdido (fragmento) John Milton

Y tú singularmente ¡Oh Espíritu! que prefieres
A todos los templos un corazón recto y puro,
Inspírame tu sabiduría. Tú estabas presente desde el principio
Y desplegando como una paloma tus poderosas alas
Cubriste el vasto abismo haciéndolo fecundo,
Ilumina mi oscuridad; realza y alienta mi bajeza
Para que desde la altura de este gran propósito
Pueda glorificar a la Providencia eterna
Justificando las miras de Dios para con los hombres.

Di ante todo, ya que ni la celestial esfera
Ni la profunda extensión del infierno ocultan nada a tu vista,
Di qué causa movió a nuestros primeros padres,
Tan favorecidos del cielo en su feliz estado,
A separarse de su Creador e incurrir en la única prohibición
Que les impuso siendo señores del mundo todo.
¿Quién fue el primero que los incitó a su infame rebelión?
La infernal Serpiente. Ella con su malicia animada
Por la envidia y el deseo de venganza
Engañó a la Madre del género humano.
Por su orgullo había sido arrojada del cielo
Con toda su hueste de ángeles rebeldes
Y con el auxilio de éstos, no bastándole eclipsar
La gloria de sus próceres, confiaba en igualarse
Al Altísimo si el Altísimo se le oponía.


John Milton

viernes, 18 de julio de 2014

EL HIJO – Pablo Neruda -

Ay hijo, sabes, sabes

de dónde vienes?

De un lago con gaviotas

blancas y hambrientas.

Junto al agua de invierno

ella y yo levantamos

una fogata roja

gastándonos los labios

de besarnos el alma,

echando al fuego todo,

quemándonos la vida.

Así llegaste al mundo.

Pero ella para verme

y para verte un día

atravesó los mares

y yo para abrazar

su pequeña cintura

toda la tierra anduve,

con guerras y montañas,

con arenas y espinas.

Así llegaste al mundo.

De tantos sitios vienes,

del agua y de la tierra,

del fuego y de la nieve,

de tan lejos caminas

hacia nosotros dos,

desde el amor terrible

que nos ha encadenado,

que queremos saber

cómo eres, qué nos dices,

porque tú sabes más

del mundo que te dimos.

Como una gran tormenta

sacudimos nosotros

el árbol de la vida

hasta las más ocultas

fibras de las raíces

y apareces ahora

cantando en el follaje,

en la más alta rama

que contigo alcanzamos.

Pablo Neruda (Los versos del Capitán - EL AMOR)

jueves, 17 de julio de 2014

INDIA - María Vázquez Valdez -

India es majestuosa,

tiene la altivez

de la Diosa entre los dioses,

viva como llama incandescente

danza en la perfección de sus templos,

en el santuario de sus montañas,

en el misterio de sus ríos,

en la profundidad de sus cantos.


Un libro sagrado toda ella,

urdimbre de profetas y masacres,

anhelo que aún duele

en las escisiones violentas de la sangre.


Un ritual al rojo vivo,

India fermentada,

dolor cauterizado entre nubes de sándalo,

en la ferviente ofrenda

que se desliza sobre un río iluminado.


Antípoda de sí misma

la India me despide

con hálito agridulce.


En este mismo cuerpo

se conectan dos polos:

el impacto y el asombro,

el arrobamiento y la tristeza.


Mi corazón ha navegado extasiado

por altos palacios blancos,

hermosas cámaras funerarias

y ceremonias que erigen templos evanescentes

fugaces templos de cuatro mil años,

cada noche sobre el Ganges.


Y ese mismo corazón

también se ha sentido avergonzado

ante la miseria de barracas insondables.


Un incomprensible sentido

de pérdida y ganancia

me remueve los cimientos,

como si allá en el fondo

hubiera presenciado la orilla

donde la majestad y la miseria se eslabonan.


Me llevo un silencio ensordecedor:

el encuentro de mausoleos sobrios

e impensables

con el ruido violento de las calles.


Me llevo la visión pulcra y marmórea

de los gigantes templos

y las feroces dentelladas de la pobreza.


Pero sobre todo me llevo

el dulce abrazo que sentí

en los ojos de tanto desconocido,

la nobleza apenas perceptible

de un espíritu infantil constante,

un toque apenas de dulzura,

un soplo apenas,

un abrazo.


Aquí me he caído hasta lo alto,

y me he levantado hacia lo hondo

abrazando la sencillez de lo sagrado,

tocando de cerca

el dolor de heridas abiertas.


Al despedirme arde el alma

con fuego sutil y violento,

agridulce fuego,

triste, enamorado fuego

de estos vientos,

tierno, agradecido

—tan agradecido— fuego.

María Vázquez Valdez

martes, 15 de julio de 2014

El paraíso perdido (fragmento) John Milton

Canta celeste Musa la primera desobediencia del hombre.
Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo funesto manjar
Trajo la muerte al mundo y todos nuestros males
Con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre, más grande,
Reconquistó para nosotros la mansión bienaventurada.
En la secreta cima del Oreb o del Sinaí tú inspiraste
A aquel pastor que fue el primero en enseñar a la escogida grey
Cómo en su principio salieron del caos los cielos y la tierra;
Y si te place más la colina de Sión o el arroyo de Siloé
Que se deslizaba rápido junto al oráculo de Dios,
Allí invocaré tu auxilio en favor de mi osado canto;
Que no con débil vuelo pretendo remontarme
Sobre el monte Aonio al empeñarme en un asunto
Que ni en prosa ni en verso nadie intentó jamás.


John Milton

sábado, 12 de julio de 2014

AUSENCIA – Pablo Neruda -

Apenas te he dejado,

vas en mí, cristalina

o temblorosa,

o inquieta, herida por mí mismo

o colmada de amor, como cuando tus ojos

se cierran sobre el don de la vida

que sin cesar te entrego.

Amor mío,

nos hemos encontrado

sedientos y nos hemos

bebido toda el agua y la sangre,

nos encontramos

con hambre

y nos mordimos

como el fuego muerde,

dejándonos heridas.

Pero espérame,

guárdame tu dulzura.

Yo te daré también

una rosa.

Pablo Neruda (Los versos del Capitán - EL AMOR)

lunes, 7 de julio de 2014

LA RAMA ROBADA – Pablo Neruda -

En la noche entraremos

a robar

una rama florida.

Pasaremos el muro,

en las tinieblas del jardín ajeno,

dos sombras en la sombra.

Aún no se fue el invierno,

y el manzano aparece

convertido de pronto

en cascada de estrellas olorosas.

En la noche entraremos

hasta su tembloroso firmamento,

y tus pequeñas manos y las mías

robarán las estrellas.

Y sigilosamente,

a nuestra casa,

en la noche y en la sombra,

entrará con tus pasos

el silencioso paso del perfume

y con pies estrellados

el cuerpo claro de la primavera.

Pablo Neruda (Los versos del Capitán - EL AMOR)

sábado, 5 de julio de 2014

La luna - Jaime Sabines -


La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que nadie lo sepa
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.

Jaime Sabines

viernes, 4 de julio de 2014

CANCIONES DEL ALMA - San Juan de la Cruz -


En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

II

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!

San Juan de la Cruz