lunes, 18 de agosto de 2014

El paraíso perdido. Libro segundo (fragmento) John Milton

En un trono de excelsa majestad, muy superior
En esplendidez a todas las riquezas de Ormuz y de la India,
Y de las regiones en que el suntuoso Oriente
Vierte con opulenta mano sobre sus reyes
Bárbaros perlas y oro, encúmbrase Satán,
Exaltado por sus méritos a tan impía eminencia;
Y aunque la desesperación lo ha puesto en dignidad
Tal como no podía esperar, todavía ambiciona mayor altura;
Y tenaz en su inútil guerra contra los cielos
No escarmentado por el desastre,
Da rienda así a su altiva imaginación:
"¡Potestades y dominaciones, númenes celestiales!
Pues no hay abismo que pueda sujetar
En sus antros vigor tan inmortal como el nuestro,
Aunque oprimido y postrado
Ahora no doy por perdido el cielo.
Después de esta humillación, se levantarán
Las virtudes celestes más gloriosas y formidables que
Antes de su caída, y se asegurarán
Por sí mismas del temor de una segunda catástrofe.
Aunque la justicia de mi cerebro
Y las leyes constantes del cielo me designaron
Desde luego como vuestro caudillo,
Lo soy también por vuestra libre elección,
Y por los méritos que haya podido contraer
En el consejo o en el combate; de modo que nuestra pérdida
Se ha reparado, en gran parte al menos,
Dado que me coloca en un trono más seguro,
No envidiado y cedido con pleno consentimiento.
En el cielo el que más feliz es por su elevación
Y su dignidad, puede excitar la envidia
De un inferior cualquiera; pero aquí,
¿Quién ha de envidiar al que, ocupando el lugar más alto,
Se halla más expuesto, por ser vuestro antemural
A los tiros del Tonante, y condenado a sufrir
Lo más duro de estos tormentos interminables?
Donde no hay ningún bien que disputar,
No puede alzarse en guerra facción alguna,
Pues nadie reclamará, seguramente,
El bienestar del infierno; nadie tiene escasa participación
En la pena actual, para codiciar por espíritu de ambición,
Otra más grande. Con esta ventaja, pues,
Para nuestra unión, esta fe ciega e indisoluble concordia,
Que no se conocerán mayores en el cielo,
Venimos ya a reclamar nuestra antigua herencia,
Más seguros de triunfar que si nos
Lo asegurase el triunfo mismo.
Pero cuál sea el medio mejor,
Si la guerra abierta o la guerra oculta,
Ahora lo examinaremos; hable quien
Se sienta capaz de dar consejo."


John Milton

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