Se fueron desgajando
del racimo del tiempo
unos granos azules y redondos.
Parte se deslizaron
sin ruido por mi espalda,
otros cayeron en aquella copa
que sostenía alegre entre las
manos
y yo me los bebía
como el zumo dorado de las
uvas,
sin saber que eran tiempo.
¡He dormido tan cerca
del reloj de pared!
Y sin embargo
no entendía, al oírla,
la canción de sus lentas
campanadas.
¿Quién ha vivido, amor, dentro
de mí,
mientras se deslizaban esos días
azules y redondos?
Carmen Martín Gaite
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