sábado, 21 de octubre de 2017

En la belleza creada por otros - Poema de Adam Zagajewski

Sólo en la belleza creada
por otros hay consuelo,
en la música de otros y en los poemas de otros.
Sólo otros nos salvan,
aunque la soledad sepa a
opio. Los otros no son el infierno,
si se les ve temprano, con sus
frentes puras, lavadas por sueños.
Por eso me pregunto qué
palabra debería utilizarse, "él" o "tú". Cada "él"
es una traición a un cierto "tú" pero
a cambio el poema de alguien
ofrece la fidelidad de un grave diálogo.

(De Temblor, 1985)

Adam Zagajewski

Discurso de Adam Zagajewski - Premio Princesa de Asturias de las Letras

Majestades
Queridos premiados
Señoras y señores:
La poesía es, de entre las artes, la menos técnica, no surge del taller, o de la teoría, no surge de la ciencia (aunque, añadamos, tener una formación no perjudica a nadie, ni tan siquiera a un poeta), sino que surge de la emoción de la mente y el corazón que no se puede ni prever ni planear –unos años atrás Leonard Cohen habló hermosamente de esto en este mismo lugar–. Por eso, los poetas no se conocen a sí mismos, suelen vivir en la inseguridad, esperando pacientemente la hora en la que se abren las puertas de la lengua.
No sabemos qué es la poesía a pesar de que se han escrito sobre ella miles de libros que podemos encontrar en todas las grandes bibliotecas. Cada generación crea su propia visión de la poesía, aunque conserve a la vez una fidelidad hacia unas formas tradicionales sin interrumpir así la continuidad de un proceso que había empezado aún antes de Homero y que perdura hasta nuestros días, pasando por Antonio Machado y Zbigniew Herbert y siguiendo adelante.
Ovidio escribió sus poemas más bellos en el exilio, en una ciudad o un pueblo pesquero a la orilla del mar Negro, en Tomis. No entendÍa la lengua local, y sólo cuando miraba la ilimitable superficie del agua, las oscuras olas le recordaban el color del mar Tirreno.
Wisława Szymborska, una persona profundamente honesta, en la segunda mitad de los años 50 escribÍa poemas en la desesperación que le habÍa provocado haber traicionado la verdad de la poesÍa y haberse aliado con un sombrÍo sistema polÍtico cuando era joven.
En el mundo actual todos quieren hablar sólo de la comunidad y de polÍtica, y es cierto que esto es importante. Pero también existe el alma particular con sus preocupaciones, con su alegrÍa, con sus rituales, con su esperanza, su fe, su deslumbramiento que a veces experimentamos. Debatimos sobre las clases y las capas sociales, pero en el dÍa de cada dÍa no vivimos en la colectividad sino en la soledad. No sabemos qué hacer con un momento epifánico, no somos capaces de preservarlo.
Las sociedades se secularizan rápidamente, y los que hoy en día defienden la religión a veces acuden a técnicas sociopolíticas detestables, la religión con excesiva frecuencia se alía con la extrema derecha. Czesław Miłosz, un poeta fervorosamente religioso, católico y que a la vez era partidario de una sociedad abierta, democrática, se ve desdeñosamente repudiado en la actualidad por reaccionarias agrupaciones católicas.
No es difÍcil percibir que nos encontramos en un momento que es poco propicio para la poesÍa. Cualquiera que de vez en cuando participe en uno de los numerosos festivales de poesÍa en Europa, independientemente de en qué paÍs, no puede dejar de advertir que el pÚblico en los encuentros poéticos disminuye de manera sistemática.
La poesÍa no está de moda, las novelas policÍacas, las biografÍas de los tiranos, las pelÍculas americanas y las series de televisión británicas están de moda. La polÍtica está de moda. La moda está de moda. Las relaciones están de moda, la sustancia no está de moda. Los pantalones entubados, los vestidos con estampados de flores, las perlas en la ropa, los jerséis rojos, los abrigos a cuadros, las botines plateados y los pantalones vaqueros con apliques están de moda.
Las bicicletas y los patinetes están de moda, los maratones y los medio maratones, la marcha nórdica; no está de moda detenerse en medio de un prado primaveral ni la reflexión. La falta de movimiento es nociva para la salud, nos dicen los médicos. Un momento de reflexión es peligroso para la salud, hay que correr, hay que escapar de uno mismo.
Cuando tenÍa poco más de veinte años me fascinaba la poesÍa crÍtica ante el sistema totalitario que regÍa en mi paÍs. En aquel entonces, una época de tormenta e Ímpetu, surgieron amistades y alianzas que perduran hasta hoy en dÍa. Pero casi todos los poetas a los que en aquella época unió la oposición ante la injusticia siguieron un camino diferente, también descubrieron otros continentes artÍsticos.
Descubrimos la dualidad del mundo, por una parte, la imaginación; por otra, la obstinada realidad de una mañana de noviembre cuando ya han caído las hojas de los árboles. Durante mucho tiempo, no sabía qué era más importante, lo que existe o lo que no existe, la gente que va al trabajo temprano por la mañana, los hombres soñolientos que leen los grandes titulares de los periódicos deportivos y siguen las derrotas y las victorias de sus clubes preferidos de fútbol y las mujeres que dormitan en el autobús; o antes bien las cosas escondidas, la música y la luna, las ciudades que ya no existen, los cuadros de los grandes maestros, actuales y antiguos, en los museos. Y necesité muchos años para entender que hay que tener en consideración ambas caras de este dualismo desigual, puesto que vivimos en una ambivalencia eterna, no podemos olvidarnos del sufrimiento de la gente y de los animales, del mal, que es mucho más tenaz y astuto que los sueños que perseguimos.
No podemos olvidarnos del mal, de la injusticia que continuamente cambia de forma, de las cosas que perecen, pero tampoco de la felicidad, de las experiencias astáticas que los gruesos manuales de teoría política o de sociología no han llegado a prever.
Cuando era un niño, España se me antojaba un país lejano y maravilloso, un lugar directamente legendario, donde el sol brillaba más y donde las sombras eran más oscuras, el país de Don Quijote, de caballeros y de princesas. Después conocí la España real, moderna, uno de los pilares de la Unión Europea. Y hoy estoy aquí, en Asturias, y soy el invitado de una princesa –no puedo salir de mi asombro–. Como se ve, todo cambia, pero nada cambia.
Resulta que en España tengo lectores fieles y atentos. Esto es lo mejor que le puede pasar a un autor de libros, sin tener en cuenta si es de tomos de poemas o de novelas. Muchas gracias por este premio tan especial.

Adam Zagajewski

Discurso de Antonio Tajani – Presidente del Parlamento Europeo Premio Princesa de Asturias a la Concordia

Majestades,
Autoridades, Premiados, Señoras y Señores,
Es para mí un honor recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, junto a los Presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión. Pienso también en las otras instituciones, organismos y agencias de la Unión. Este acto es un homenaje a todos los actores de la construcción europea.
Deseo especialmente agradecer el trabajo de todos los eurodiputados que han permitido que hoy recoja este Premio en su nombre. Recibimos este prestigioso reconocimiento coincidiendo con el sesenta aniversario del Tratado de Roma. Por ello, quiero agradecer la labor de los que me han precedido.
Como Presidente del Parlamento Europeo, me dirijo a Ustedes con humildad, con emoción y desde la admiración.
Con humildad porque soy consciente de que los premiados son también de algún modo los quinientos millones de ciudadanos europeos. Son Ustedes, quienes en su vida cotidiana hacen posible el éxito de paz, estabilidad y prosperidad que es la Unión Europea.
Lo recibo con emoción porque sé que personas e instituciones muy prestigiosas han sido premiadas antes. Mi maestro en el mundo del periodismo fue Indro Montanelli, quien recibió el Premio de Comunicación y Humanidades en 1996. Me emociona saber que él estuvo antes aquí.
Y lo recibo, por último, desde la admiración que tengo al pueblo español:
Su capacidad de superación y espíritu generoso;
Su amor por la libertad y la democracia;
Su profundo europeísmo y solidaridad.
Todos los atributos que, a mi entender, encarnan los Premios Princesa de Asturias.
Majestades,
Creo que en un momento solemne como hoy, es preciso reflexionar sobre qué supone la Unión Europea.
Los sesenta años desde de la firma del Tratado de Roma, son el más largo periodo de paz, democracia y prosperidad de la historia del continente.
Un esfuerzo titánico, que los padres fundadores de la Unión Europea, como los de la Constitución española, basaron en la concordia.
Soy hijo de un militar. A mediados del siglo pasado, los ejércitos combatían entre sí en Europa. Hoy, nuestros militares participan en misiones de paz y humanitarias en todo el planeta.
Cuando se firmó el Tratado de Roma había aduanas, cada Estado tenía su propia moneda y estudiar fuera de tu país o viajar en avión, era un lujo para muchos. Hoy sabemos que el mercado interior ha permitido un crecimiento económico extraordinario. El Euro es la moneda de la mayoría de los miembros de la Unión. Y la generación Erasmus y los vuelos de bajo coste, son la regla y no la excepción.
Pero quiero subrayar que la Unión Europea no es sólo hablar de bancos o del Euro. Es sobre todo la defensa de nuestros valores: la libertad, la democracia, la igualdad, el respeto al Estado de Derecho y la defensa de los derechos humanos entre otros.
Cuando algunos siembran la discordia ignorando voluntariamente las leyes, creo que es necesario recordar la importancia del respeto al Estado de Derecho.
La Unión Europea ha tenido éxito porque es el fruto de una Comunidad de Derecho.
Ahora los europeos no discutimos con armas: lo hacemos en torno a una mesa en la que negociamos según unas reglas aprobadas entre todos. Dialogamos dentro del Derecho.
La Unión Europea no tiene una policía que tenga que ejecutar las decisiones judiciales. No es necesario. Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y punto.
A nadie se le ocurre en la UE saltarse las normas aprobadas entre todos. Y, por descontado, los Tratados se pueden cambiar. El Tratado de Roma fue modificado varias veces. Se ha convertido en el Tratado de Lisboa. Pero, mientras el Derecho no se cambie, su respeto no es una opción: es una obligación.
Los tratados de la Unión Europea y la Constitución forman un solo cuerpo legal y democrático que todos tenemos el deber de respetar.
La Unión es asimismo solidaridad. También hay contribuyentes netos en Europa. Pero la prosperidad de todos beneficia igualmente a los que más aportan.
No está de más que lo recordemos en estos tiempos en que los egoísmos nacionalistas salen a flote. El valor del consenso, constitucional y europeo, es un bien en sí mismo que no debemos poner en riesgo.
Majestades,
La concordia consiste en tender siempre la mano al entendimiento. En ponerse en disposición de encontrar el acuerdo. En buscar el bien común. En darse cuenta de que defender nuestra unidad dentro de la diversidad, nos hace más fuertes.
Ese es el camino europeo. Un camino que España empezó, con paso decidido, con la Constitución del setenta y ocho (78) y su solicitud de adhesión a la Unión Europea.
Esta es la gran aventura de la España moderna. Su reencuentro con la historia. La conquista definitiva de la libertad, de la democracia y de una vida mejor para todos.
Majestades,
Quisiera hablar del futuro.
La elección que tenemos ante nosotros no es Europa sí o Europa no. Es más bien, en qué medida contribuimos al futuro de la Unión Europea.
Y, a mi entender, todo debe basarse en tres pilares:
Primero: No levantar fronteras entre los europeos. Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras, y se nos ha llevado con ello a los infiernos.
Segundo: Defendamos siempre los valores europeos. Hagámoslo sin timidez. Dentro y fuera de nuestras fronteras. Y no tengamos miedo de denunciar situaciones inaceptables como, por ejemplo, la que se vive actualmente en Venezuela.
Por Último: Pongamos al ciudadano mucho más en el centro de toda acción política. La Unión Europea no es un proyecto de las elites, todo lo contrario. Nace y crece para asegurar el bienestar de todos los ciudadanos.
Salimos de una de las peores crisis a las que nos hemos enfrentado. Vendrán tal vez otras.
Hay algunos en Europa, populistas y nacionalistas, que gastan esfuerzos y recursos en separarnos. Mejor harían en trabajar por la concordia.
Majestades,
En este Teatro Campoamor hay muchos asturianos. Es público que tengo un especial afecto por esta tierra, que es también mi patria querida. Tengo una calle con mi nombre en Gijón. Una multinacional americana había decidido cerrar una fábrica despidiendo a todos sus empleados. Conseguimos convencerla para que la volviera a abrir. Salvamos varios cientos de puestos de trabajo. Fue una labor de equipo entre autoridades locales, regionales, nacionales y europeas. Por tanto, no subestimen nunca la fuerza del trabajo en concordia.
Concluyo: mi madre era profesora de latín y griego. Me inculcó el amor por los clásicos. Un poeta dramático romano, Publio Siro, escribió hace mucho tiempo que:
“donde hay concordia, siempre hay victoria”.
 Muchas gracias.

Antonio Tajani – Presidente del Parlamento Europeo

miércoles, 18 de octubre de 2017

Otoño - Poema de Octavio Paz

En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!

Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...

Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.

Octavio Paz