Majestades,
Autoridades, Premiados,
Señoras y Señores,
Es para mí un honor
recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, junto a los Presidentes
del Consejo Europeo y de la Comisión. Pienso también en las otras
instituciones, organismos y agencias de la Unión. Este acto es un homenaje a
todos los actores de la construcción europea.
Deseo especialmente
agradecer el trabajo de todos los eurodiputados que han permitido que hoy
recoja este Premio en su nombre. Recibimos este prestigioso reconocimiento
coincidiendo con el sesenta aniversario del Tratado de Roma. Por ello, quiero
agradecer la labor de los que me han precedido.
Como Presidente del
Parlamento Europeo, me dirijo a Ustedes con humildad, con emoción y desde la
admiración.
Con humildad porque soy
consciente de que los premiados son también de algún modo los quinientos
millones de ciudadanos europeos. Son Ustedes, quienes en su vida cotidiana
hacen posible el éxito de paz, estabilidad y prosperidad que es la Unión
Europea.
Lo recibo con emoción
porque sé que personas e instituciones muy prestigiosas han sido premiadas
antes. Mi maestro en el mundo del periodismo fue Indro Montanelli, quien
recibió el Premio de Comunicación y Humanidades en 1996. Me emociona saber que
él estuvo antes aquí.
Y lo recibo, por último,
desde la admiración que tengo al pueblo español:
Su capacidad de
superación y espíritu generoso;
Su amor por la libertad
y la democracia;
Su profundo europeísmo y
solidaridad.
Todos los atributos que,
a mi entender, encarnan los Premios Princesa de Asturias.
Majestades,
Creo que en un momento
solemne como hoy, es preciso reflexionar sobre qué supone la Unión Europea.
Los sesenta años desde
de la firma del Tratado de Roma, son el más largo periodo de paz, democracia y
prosperidad de la historia del continente.
Un esfuerzo titánico,
que los padres fundadores de la Unión Europea, como los de la Constitución
española, basaron en la concordia.
Soy hijo de un militar.
A mediados del siglo pasado, los ejércitos combatían entre sí en Europa. Hoy,
nuestros militares participan en misiones de paz y humanitarias en todo el
planeta.
Cuando se firmó el
Tratado de Roma había aduanas, cada Estado tenía su propia moneda y estudiar
fuera de tu país o viajar en avión, era un lujo para muchos. Hoy sabemos que el
mercado interior ha permitido un crecimiento económico extraordinario. El Euro
es la moneda de la mayoría de los miembros de la Unión. Y la generación Erasmus
y los vuelos de bajo coste, son la regla y no la excepción.
Pero quiero subrayar que
la Unión Europea no es sólo hablar de bancos o del Euro. Es sobre todo la defensa de nuestros valores: la libertad,
la democracia, la igualdad, el respeto al Estado de Derecho y la defensa de los
derechos humanos entre otros.
Cuando algunos siembran
la discordia ignorando voluntariamente las leyes, creo que es necesario
recordar la importancia del respeto al Estado de Derecho.
La Unión Europea ha
tenido éxito porque es el fruto de una Comunidad de Derecho.
Ahora los europeos no
discutimos con armas: lo hacemos en torno a una mesa en la que negociamos según
unas reglas aprobadas entre todos. Dialogamos dentro del Derecho.
La Unión Europea no
tiene una policía que tenga que ejecutar las decisiones judiciales. No es
necesario. Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y
punto.
A nadie se le ocurre en
la UE saltarse las normas aprobadas entre todos. Y, por descontado, los
Tratados se pueden cambiar. El Tratado de Roma fue modificado varias veces. Se
ha convertido en el Tratado de Lisboa. Pero, mientras el Derecho no se cambie,
su respeto no es una opción: es una obligación.
Los tratados de la Unión
Europea y la Constitución forman un solo cuerpo legal y democrático que todos
tenemos el deber de respetar.
La Unión es asimismo
solidaridad. También hay contribuyentes netos en Europa. Pero la prosperidad de
todos beneficia igualmente a los que más aportan.
No está de más que lo
recordemos en estos tiempos en que los egoísmos nacionalistas salen a flote. El
valor del consenso, constitucional y europeo, es un bien en sí mismo que no
debemos poner en riesgo.
Majestades,
La concordia consiste en
tender siempre la mano al entendimiento. En ponerse en disposición de encontrar
el acuerdo. En buscar el bien común. En darse cuenta de que defender nuestra
unidad dentro de la diversidad, nos hace más fuertes.
Ese es el camino europeo.
Un camino que España empezó, con paso decidido, con la Constitución del setenta
y ocho (78) y su solicitud de adhesión a la Unión Europea.
Esta es la gran aventura
de la España moderna. Su reencuentro con la historia. La conquista definitiva
de la libertad, de la democracia y de una vida mejor para todos.
Majestades,
Quisiera hablar del
futuro.
La elección que tenemos
ante nosotros no es Europa sí o Europa no. Es más bien, en qué medida
contribuimos al futuro de la Unión Europea.
Y, a mi entender, todo
debe basarse en tres pilares:
Primero: No levantar fronteras entre los europeos. Demasiadas veces
se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras, y se nos ha llevado con
ello a los infiernos.
Segundo: Defendamos siempre los valores europeos. Hagámoslo sin
timidez. Dentro y fuera de nuestras fronteras. Y no tengamos miedo de denunciar
situaciones inaceptables como, por ejemplo, la que se vive actualmente en
Venezuela.
Por Último: Pongamos al ciudadano mucho más en el centro de toda acción
política. La Unión Europea no es un proyecto de las elites, todo lo
contrario. Nace y crece para asegurar el bienestar de todos los ciudadanos.
Salimos de una de las
peores crisis a las que nos hemos enfrentado. Vendrán tal vez otras.
Hay algunos en Europa,
populistas y nacionalistas, que gastan esfuerzos y recursos en separarnos.
Mejor harían en trabajar por la concordia.
Majestades,
En este Teatro Campoamor
hay muchos asturianos. Es público que tengo un especial afecto por esta tierra,
que es también mi patria querida. Tengo una calle con mi nombre en Gijón. Una
multinacional americana había decidido cerrar una fábrica despidiendo a todos
sus empleados. Conseguimos convencerla para que la volviera a abrir. Salvamos
varios cientos de puestos de trabajo. Fue una labor de equipo entre autoridades
locales, regionales, nacionales y europeas. Por tanto, no subestimen nunca la
fuerza del trabajo en concordia.
Concluyo: mi madre era
profesora de latín y griego. Me inculcó el amor por los clásicos. Un poeta
dramático romano, Publio Siro, escribió hace mucho tiempo que:
“donde hay concordia,
siempre hay victoria”.
Muchas
gracias.
Antonio
Tajani – Presidente del Parlamento Europeo
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