lunes, 23 de abril de 2018

Sergio Ramírez, dedica su premio Cervantes a “los nicaragüenses asesinados estos días por reclamar justicia.


[En Nicaragua] Todos somos poetas de nacimiento, salvo prueba en contrario.​​
La poesía es inevitable en la sustancia de la prosa.
Creo que alguien que no se ha pasado la vida leyendo poesía, difícilmente puede encontrar las claves de la prosa, la cual necesita de ritmos, y de una música invisible: "La música callada/la soledad sonora".
Curioso que una nación americana [por Nicaragua] haya sido fundada por un poeta con las palabras, y no por un general a caballo con la espada al aire.
En el Caribe toda invención es posible, desde luego la realidad es ya una invención en sí misma.
La virtud de Rubén [Darío] está en revolverlo todo, poner sátiros y bacantes al lado de santos ultrajados y vírgenes piadosas, hallar gusto en los colores contrastados, ser dueño de un oído mágico para la música y otro no menos mágico para el ritmo.
Un escritor natural es aquel que sabe de qué está hablando. Habla al oído del lector, no se desgañita. Conversa con suaves ademanes; enamora con la palabra y con los gestos: "Parla como un arroyo cristalino".
Los mundos muertos, construidos de cartón piedra, los decorados que huelen a pintura o a vejez, tarde o temprano serán comidos por la polilla, porque lo falso no sobrevive. En cambio, el mundo insuflado de naturaleza por virtud de las palabras, se parece a la vida, o es como la vida. Naturaleza y vida se vuelven así inseparables. ​​​​​​
El humor en Cervantes pierde la pesadez corpórea de lo cómico. Vive de la ligereza, y en la ligereza, contraria a la pesadez que no deja circular el aire entre las líneas del texto.
Cervantino y dariano, ato mi escritura con un nudo que nadie puede cortar ni desatar.
La lengua se hace primero en el oído. El mundo de un niño es un mundo de voces que alguna vez se vuelven escritura.
Narrar es un don que no brota sino de la necesidad de contar, esa necesidad apremiante sin la cual, quien se entrega a este oficio incomparable, no puede vivir en paz consigo mismo.
La escritura es un milagro provocado. Y no pocas veces un milagro una y otra vez corregido.
La página en blanco está llena de rastros, de sombras, de palabras fugitivas.
Escribo entre cuatro paredes, pero con las ventanas abiertas, porque como novelista no puedo ignorar la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad en que vivo.
A través de los siglos la historia se ha escrito siempre en contra de alguien o a favor de alguien. La novela, en cambio, no toma partido, o si lo hace, arruina su cometido.
Una novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas.
Cerrar los ojos, apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio.

Sergio Ramírez - Premio Cervantes 2018