[En Nicaragua] Todos
somos poetas de nacimiento, salvo prueba en contrario.
La poesía es
inevitable en la sustancia de la prosa.
Creo que alguien que
no se ha pasado la vida leyendo poesía, difícilmente puede encontrar las claves
de la prosa, la cual necesita de ritmos, y de una música invisible: "La
música callada/la soledad sonora".
Curioso que una nación
americana [por Nicaragua] haya sido fundada por un poeta con las palabras, y no
por un general a caballo con la espada al aire.
En el Caribe toda
invención es posible, desde luego la realidad es ya una invención en sí misma.
La virtud de Rubén
[Darío] está en revolverlo todo, poner sátiros y bacantes al lado de santos
ultrajados y vírgenes piadosas, hallar gusto en los colores contrastados, ser
dueño de un oído mágico para la música y otro no menos mágico para el ritmo.
Un escritor natural es
aquel que sabe de qué está hablando. Habla al oído del lector, no se desgañita.
Conversa con suaves ademanes; enamora con la palabra y con los gestos:
"Parla como un arroyo cristalino".
Los mundos muertos,
construidos de cartón piedra, los decorados que huelen a pintura o a vejez,
tarde o temprano serán comidos por la polilla, porque lo falso no sobrevive. En
cambio, el mundo insuflado de naturaleza por virtud de las palabras, se parece
a la vida, o es como la vida. Naturaleza y vida se vuelven así
inseparables.
El humor en Cervantes
pierde la pesadez corpórea de lo cómico. Vive de la ligereza, y en la ligereza,
contraria a la pesadez que no deja circular el aire entre las líneas del texto.
Cervantino y dariano,
ato mi escritura con un nudo que nadie puede cortar ni desatar.
La lengua se hace
primero en el oído. El mundo de un niño es un mundo de voces que alguna vez se
vuelven escritura.
Narrar es un don que
no brota sino de la necesidad de contar, esa necesidad apremiante sin la cual,
quien se entrega a este oficio incomparable, no puede vivir en paz consigo
mismo.
La escritura es un
milagro provocado. Y no pocas veces un milagro una y otra vez corregido.
La página en blanco
está llena de rastros, de sombras, de palabras fugitivas.
Escribo entre cuatro
paredes, pero con las ventanas abiertas, porque como novelista no puedo ignorar
la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad en que vivo.
A través de los siglos
la historia se ha escrito siempre en contra de alguien o a favor de alguien. La
novela, en cambio, no toma partido, o si lo hace, arruina su cometido.
Una novela es una
conspiración permanente contra las verdades absolutas.
Cerrar los ojos,
apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio.
Sergio Ramírez -
Premio Cervantes 2018
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