El calendario rebasa mediados de octubre y en nuestros paseos cotidianos nos encontramos con numerosas bellotas y simientes en el suelo que se han desprendido de sus árboles. Podemos hacer dos cosas, seguir el paso sin más o detenernos a recoger algunas de esas bellotas o simientes. Si eliges la segunda opción, acércate a un monte, a ser posible con poco arbolado, y provisto de una pequeña azada en mano (si no tienes, una cuchara puede también servirte), haz un diminuto agujero y deposita una o dos bellotas, que seguidamente taparás con la tierra que desplazaste anteriormente. Créeme, porque llevo años haciéndolo, muchas de esas bellotas (o simientes) gerninarán en la próxima primavera y, si todos respetamos los brotes y las lluvias son generosas, nuestro gesto se convertirá en un nuevo árbol, en una futura sombra.
Llenemos de árboles nuestros parques y montes. Un simple gesto puede ser algún día un árbol.
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