domingo, 19 de noviembre de 2023

EL LAGO DE SANABRIA* - Juan Carlos García Hoyuelos


Es en el lago de Sanabria

donde la luna,

al escuchar su propia voz

en el aullido del lobo,

se asoma desde el lado furtivo

que baña la inexorable oscuridad.


Con el bostezo vespertino, el sol pide paso

para mojar su cabello

en las aguas mansas del lago,

siempre y cuando se lo permitan

los sueños indultados

de esas mañanas frías

que nadan veladas en la fecundidad.


Al llegar finales de octubre,

coetáneo a la celebración de los magostos,

el otoño exfolia en las aguas del lago

una algazara de ocres,

esperando a ser reemplazado

por el vuelo de millones de pasquines

cuya única vocación es adueñarse

de un territorio que abarca

hasta donde alcance la vista.

Muy a su pesar, no será por mucho tiempo;

todos los imperios sucumben

siendo aún imberbes, asfixiados

por su ególatra decrepitud.


Mientras tanto, instaurado el invierno,

con los pueblos de la comarca

fumando columnas de silencio,

el ramo leonés unirá en sus cintas

una amalgama de ofrendas,

los excesos y mesuras del año

que fenece tras la ingesta de 12 uvas

con la algarabía

por el estreno del año nuevo.


Mientras tanto, el castillo de La Puebla

dejará crecer sus canas.


Antes de que nos demos cuenta,

volverá la primavera y su explosión de colores,

las hojas en los árboles,

y tras ellas, "a decorar el maiu",

el estío, la siega

encaramándose a los fitos, 

los párpados del sol cerrándose en el lago,

al caer la tarde.


Y como es costumbre, antes de darnos cuenta,

volverán a hacerse más cortos los días, volverá la lluvia,

                                  y tras ella, la berrea,

los cielos desangrándose con el crepúsculo.


Juan Carlos García Hoyuelos


* poema recogido en el libro inédito "Identidá"




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