lunes, 10 de agosto de 2015

Por tierras de España - Antonio Machado

El hombre de estos campos que incendia los pinares

 y su despojo aguarda como botín de guerra,

antaño hubo raído los negros encinares,

talado los robustos robledos de la sierra.

 
Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;

la tempestad llevarse los limos de la tierra

por los sagrados ríos hacia los anchos mares;

y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

 
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,

pastores que conducen sus hordas de merinos

 a Extremadura fértil, rebaños trashumantes

que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

 
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,

hundidos, recelosos, movibles; y trazadas

cual arco de ballesta, en el semblante enjuto

de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
 

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,

capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,

que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,

esclava de los siete pecados capitales.

 
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,

guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;

ni para su infortunio ni goza su riqueza;

le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

 
El numen de estos campos es sanguinario y fiero;

al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,

veréis agigantarse la forma de un arquero,

la forma de un inmenso centauro flechador.
 

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta

-no fue por estos campos el bíblico jardín-;

son tierras para el águila, un trozo de planeta

por donde cruza errante la sombra de Caín.

 
Antonio Machado

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