martes, 27 de diciembre de 2016

Cuando deba dormir - Poema de Emily Brontë

Oh, cuando deba dormir
Lo haré sin identidad,
ya no me importará el caer de la lluvia
o si la nieve cubre mis pies.
El cielo no promete salvajes deseos,
Podrán cumplirse, acaso la mitad.
El infierno y sus amenazas,
Con sus inextinguibles brasas
Jamás someterá esta voluntad.

Por lo tanto digo, repitiendo lo mismo,
Todavía, y hasta que muera lo diré:
Tres Dioses dentro de este pequeño marco
Guerrean día y noche.
El cielo no los mantendrá a todos, sin embargo
ellos se aferran a mí;
Y míos serán hasta que el olvido
cubra el resto de mi ser.

¡Cuando el Tiempo busque mi pecho para soñar
todas las batallas concluirán!
Pues llegará el día en el que deba reposar
sin volver a sufrir, nunca más.

Emily Brontë

sábado, 24 de diciembre de 2016

Nochebuena - Poema de Cesar Vallejo

Al callar la orquesta, pasean veladas 
sombras femeninas bajo los ramajes, 
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes. 

Hay labios que lloran arias olvidadas,

grandes lirios fingen los ebúrneos trajes. 
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes. 

Espero que ría la luz de tu vuelta;

y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor. 

Balarán mis versos en tu predio entonces,

canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el niño-Jesús de tu amor.

Cesar Vallejo

jueves, 22 de diciembre de 2016

Certeza - poema de Carmen Martín Gaite

Me habéis empujado hacia mí estas
               piedras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
por aquella ranura de poniente.


Carmen Martín Gaite


lunes, 19 de diciembre de 2016

Algunas amistades son eternas - Poema de Pablo Neruda

Algunas veces encuentras en la vida
una amistad especial:
ese alguien que al entrar en tu vida
la cambia por completo.
Ese alguien que te hace reír sin cesar;
ese alguien que te hace creer que en el mundo
existen realmente cosas buenas. 
Ese alguien que te convence
de que hay una puerta lista
para que tú la abras.
Esa es una amistad eterna…
Cuando estás triste
y el mundo parece oscuro y vacío,
esa amistad eterna levanta tu ánimo
y hace que ese mundo oscuro y vacío
de repente parezca brillante y pleno.
Tu amistad eterna te ayuda
en los momentos difíciles, tristes,
y de gran confusión.
Si te alejas,
tu amistad eterna te sigue.
Si pierdes el camino,
tu amistad eterna te guía y te alegra.
Tu amistad eterna te lleva de la mano
y te dice que todo va a salir bien.
Si tú encuentras tal amistad
te sientes feliz y lleno de gozo
porque no tienes nada de qué preocuparte.
Tienes una amistad para toda la vida,
ya que una amistad eterna no tiene fin.

Pablo Neruda

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Días Azules - Poema de Carmen Martín Gaite

Se fueron desgajando 
del racimo del tiempo 
unos granos azules y redondos.
Parte se deslizaron 
sin ruido por mi espalda, 
otros cayeron en aquella copa 
que sostenía alegre entre las 
     manos 
y yo me los bebía 
como el zumo dorado de las 
     uvas,
sin saber que eran tiempo.
¡He dormido tan cerca 
del reloj de pared!
Y sin embargo 
no entendía, al oírla, 
la canción de sus lentas 
    campanadas.
¿Quién ha vivido, amor, dentro 
    de mí, 
mientras se deslizaban esos días 
azules y redondos?


Carmen Martín Gaite 


lunes, 12 de diciembre de 2016

Carta de despedida.

“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría  más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…., He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
Me apartaría de los necios, los habladores, de las gentes con malas costumbres y actitudes.
Sería siempre honesto y mantendría llenas de amor y de atenciones a las personas a mí alrededor, siempre trataría de dar lo mejor… He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que  un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si  mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento”, “perdóname”,  “por favor” , “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.

Gabriel García Márquez

domingo, 11 de diciembre de 2016

Un asesino en las calles – Leopoldo María Panero

No mataré ya más, porque los hombres sólo 
son números y letras de mi agenda
e intervalos sin habla, descarga de los ojos
de vez en vez, cuando el sepulcro se abre
perdonando otra vez el pecado de la vida.
      
      No mataré ya más las borrosas figuras
      que esclavas de lo absurdo avanzan por la calle
      agarradas al tiempo como a oscura certeza
      sin salida o respuesta, como para la risa
tan sólo de los dioses, o la lágrima seca
      de un sentido que no hay, y de unos ojos muertos
      que el desierto atraviesan sin demandar ya nada
sin pedir ya más muertos ni más cruces al cielo
que aquello, oh Dios lo sabe, aquella sangre era
para jugar tan sólo.

Leopoldo María Panero


viernes, 25 de noviembre de 2016

La vida - Poema de Marcos Ana - En su ausencia y presencia

¿La vida?

Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.

Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.

Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.

¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?

¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una sepultura
y la canción de mis losas?

Veintidós años... ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma...

Escribo a tientas: el mar, el campo...
Digo bosque y he perdido
la geometría de un árbol.

Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.

(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario).

De: Decidme cómo es un árbol.

Marcos Ana

martes, 22 de noviembre de 2016

Lluvia tras los cristales – Poema de Antonio Machado

Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín 
fugitivo, y muerto Abel, 
junto a una mancha carmín. 

Con timbre sonoro y hueco

truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano. 

Y todo un coro infantil

va cantando la lección: 
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón». 

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía 
de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Geranio de papel – Poema Juan Carlos García Hoyuelos

Algo más que una intuición
me hace pensar 
que no volveré, 
aquella luna que creció
hasta alcanzar la edad 
permitida para enamorarse
evitó tu mirada
una y otra vez, 
puede que enojada conmigo 
o porque sabe que este poeta
dejó de serlo cuando fue
engullido por uno de sus versos.
Y si regreso, ... ya veré,
será bajo un disfraz 
de un geranio rojo, uno más
de entre una sinfonía 
de matices y aromas,
con pétalos de papel
que disimulen que en Burgos, 
ciudad de origen,
el sol en abril
aún no hace amagos 
por desabrocharse
el primer ojal.
Si vuelvo, préstame
un guiño de cielo 
de los muchos
que asaltan los patios.
Olvidé que los sueños
duermen desnudos,
sin dársenas y sin tallo.
Y si no reparas en mí,
poco importará porque
te estaré mirando
desde la cornisa del anonimato,
rodeado de flores, 
en un constante escalofrío
de amaneceres, 
sin que dolor se haga insoportable
con cada crepúsculo.
Si vuelvo, cerraré los ojos.

Juan Carlos García Hoyuelos




domingo, 13 de noviembre de 2016

La luna asoma - Poema Federico García Lorca

Cuando sale la luna 
se pierden las campanas 
y aparecen las sendas 
impenetrables. 

Cuando sale la luna, 
el mar cubre la tierra 
y el corazón se siente 
isla en el infinito. 

Nadie come naranjas 
bajo la luna llena. 
Es preciso comer 
fruta verde y helada. 

Cuando sale la luna 
de cien rostros iguales, 
la moneda de plata 
solloza en el bolsillo.

Federico García Lorca


viernes, 11 de noviembre de 2016

El Poeta Dice La Verdad - Poema Federico García Lorca

Quiero llorar mi pena y te lo digo 
             para que tú me quieras y me llores 
             en un anochecer de ruiseñores
 
             con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo 
             para el asesinato de mis flores
 
             y convertir mi llanto y mis sudores
 
             en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja 
             del te quiero me quieres, siempre ardida
 
             con día, grito, sal y luna vieja:

Que lo que me des y no te pida 
             será para la muerte, que no deja
 
             ni sombra por la carne estremecida.

Federico García Lorca

El Poeta Dice La Verdad - Federico García Lorca

Quiero llorar mi pena y te lo digo 
             para que tú me quieras y me llores 
             en un anochecer de ruiseñores
 
             con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo 
             para el asesinato de mis flores
 
             y convertir mi llanto y mis sudores
 
             en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja 
             del te quiero me quieres, siempre ardida
 
             con día, grito, sal y luna vieja:

Que lo que me des y no te pida 
             será para la muerte, que no deja
 
             ni sombra por la carne estremecida.

Federico García Lorca

Emocionante discurso de Leonard Cohen en la entrega premios Príncipe de Asturias

Majestad,
Altezas,
Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades,
Miembros del Jurado,
Distinguidos premiados,

Señoras y señores,

Es un gran honor estar aquí ante ustedes esta noche. Quizás, como el gran maestro Riccardo Muti, no estoy acostumbrado a estar ante un público sin orquesta tras de mí, pero lo haré lo mejor que pueda como artista en solitario hoy.

Anoche me quedé en vela, pensando qué podía decir aquí, en esta asamblea de distinguidas personas. Y después de comerme todas las chocolatinas, todos los cacahuetes del minibar, garabateé unas pocas palabras. No creo que tenga que hacer referencia a ellas. Obviamente, estoy muy emocionado por ser reconocido por la Fundación. Pero he venido aquí esta noche para expresar otra dimensión de mi gratitud; creo que puedo hacerlo en tres o cuatro minutos y voy a intentarlo.

Cuando estaba haciendo el equipaje en Los Ángeles, tenía cierta sensación de inquietud porque siempre he sentido cierta ambigüedad sobre un premio a la poesía. La poesía viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Así que me siento como un charlatán al aceptar un premio por una actividad que yo no controlo. Es decir, si supiera de dónde vienen las buenas canciones, me iría allí más a menudo.

Mientras hacía el equipaje, cogí mi guitarra. Tengo una guitarra Conde que está hecha en el gran taller de la calle Gravina, 7, en España. Es un instrumento que adquirí hace más de 40 años. La saqué de la caja, la alcé, y era como si estuviera llena de helio, era muy ligera. Y me la acerqué a la cara, miré de cerca el rosetón, tan bellamente diseñado, y aspiré la fragancia de la madera viva. Ya saben que la madera nunca llega a morir. Y olí la fragancia del cedro, tan fresco como si fuera el primer día, cuando la compré. Y una voz parecía decirme: «Eres un hombre viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a la tierra de donde surgió esta fragancia». Así que vengo hoy, aquí, esta noche, a agradecer a la tierra y al alma de este pueblo que me ha dado tanto. Porque sé que un hombre no es un carnet de identidad y un país no es solo la calificación de su deuda.

Ustedes saben de mi profunda conexión y confraternización con el poeta Federico García Lorca. Puedo decir que cuando era joven, un adolescente, y buscaba una voz en mí, estudié a los poetas ingleses y conocí bien su obra y copié sus estilos, pero no encontraba mi voz. Solamente cuando leí, aunque traducidas, las obras de Federico García Lorca, comprendí que tenía una voz. No es que haya copiado su voz, yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz, es decir, para ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su propia existencia. Y conforme me iba haciendo mayor comprendí que con esa voz venían enseñanzas. ¿Qué enseñanzas eran esas? Nunca lamentarnos gratuitamente. Y si uno quiere expresar la grande e inevitable derrota que nos espera a todos, tiene que hacerlo dentro de los límites estrictos de la dignidad y de la belleza.

Y entonces ya tenía una voz, pero no tenía el instrumento para expresarla, no tenía una canción.

Y ahora voy a contarles muy brevemente la historia de cómo conseguí mi canción.

Porque era un guitarrista mediocre, aporreaba la guitarra, solo sabía unos cuantos acordes. Me sentaba con mis amigos, mis colegas, bebiendo y cantando canciones, pero en mil años nunca me vi a mí mismo como músico o como cantante.

Pero un día, a principios de los 60, estaba de visita en casa de mi madre en Montreal.

Su casa está junto a un parque y en el parque hay una pista de tenis y allí va mucha gente a ver a los jóvenes tenistas disfrutar de su deporte. Fui a ese parque, que conocía de mi infancia, y había un joven tocando la guitarra. Tocaba una guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas y chicos que le escuchaban. Y me encantó cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz.

Así que me senté allí un rato con los que le escuchaban y cuando se hizo un silencio, un silencio apropiado, le pregunté si me daría clases de guitarra. Era un joven de España, y solo podíamos entendernos en un poquito de francés, él no hablaba inglés. Y accedió a darme clases de guitarra. Le señalé la casa de mi madre, que se veía desde las pistas de tenis, quedamos y establecimos el precio de las clases.

Vino a casa de mi madre al día siguiente y dijo: «Déjame oírte tocar algo». Yo intenté tocar algo, y él dijo: «No tienes ni idea de cómo tocar, ¿verdad?». Yo le dije: «No, la verdad es que no sé tocar». «En primer lugar déjame que afine la guitarra, porque está desafinada», dijo él. Cogió la guitarra y la afinó. Y dijo: «No es una mala guitarra». No era la Conde, pero no era una guitarra mala. Me la devolvió y dijo: «Toca ahora». No pude tocar mejor, la verdad.

Me dijo: «Deja que te enseñe algunos acordes». Y cogió la guitarra y produjo un sonido con aquella guitarra que yo jamás había oído. Y tocó una secuencia de acordes en trémolo, y dijo: «Ahora hazlo tú». Yo respondí: «No hay duda alguna de que no sé hacerlo». Y él dijo: «Déjame que ponga tus dedos en los trastes», y lo hizo «y ahora toca», volvió a decir. Fue un desastre. «Volveré mañana», me dijo.

Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la colocó en mi regazo, de manera adecuada, y empecé otra vez con esos seis acordes –una progresión de seis acordes en la que se basan muchas canciones flamencas–. Lo hice un poco mejor ese día. Al tercer día la cosa, de alguna, manera mejoró. Yo ya sabía los acordes. Y sabía que aunque no podía coordinar los dedos para producir el trémolo correcto, conocía los acordes, los sabía muy, muy bien.

Al día siguiente no vino, él no vino. Yo tenía el número de la pensión en la que se hospedaba en Montreal. Llamé por teléfono para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había quitado la vida, que se había suicidado.

Yo no sabía nada de aquel hombre. No sabía de qué parte de España procedía. Desconocía porqué había venido a Montreal, porqué se quedó allí. No sabía porqué estaba en aquella pista de tenis. No tenía ni idea de porqué se había quitado la vida. Estaba muy triste, evidentemente.
Pero ahora desvelo algo que nunca había contado en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido de la guitarra han sido la base de todas mis canciones y de toda mi música. Y ahora podrán comenzar a entender las dimensiones de mi gratitud a este país.

Todo lo que han encontrado de bueno en mi trabajo, en mi obra, viene de este lugar. Todo lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y en mi poesía está inspirado por esta tierra.

Y, por tanto, les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad que han mostrado a mi obra, porque es realmente suya, y ustedes me han permitido añadir mi firma al final de la página.

Muchas gracias, señoras y señores.



El combate por la luz – Poema Carlos Marzal

De tanto ver la luz hemos perdido
la recta proporción de ese milagro,
que otorga a la materia su volumen,
contorno fiel al mundo que queremos
y límite a los puntos cardinales.

A fuerza de costumbre, hemos dado en creer
que es un merecimiento, cada día,
que el día se levante en claridad
y que se ofrezca límpido a los ojos,
para que la mirada le entregue un orden propio,
distinto a los demás, y lo convierta
en nuestra inadvertida obra de arte.

Hay una ingratitud consustancial
al hecho de estar vivos, un intrínseco
poder de desmemoria, y nos impiden
brindar a cada instante el homenaje
que cada instante de verdad merece,
por su absoluta magia de estar siendo,
en vez de no haber sido en absoluto.

Con cada amanecer dubitativo,
con cada tumultuoso amanecer,
la luz arrasa el reino de la noche
y emprende su combate. En el confuso
magma de oscuridad, con cada aurora
triunfa la exactitud de cuanto existe
sobre la vocación de incertidumbre
que tienta con su nada a lo real.

En toda madrugada se renueva
un conjuro de origen, esa fórmula
que impuso el movimiento al primer día.
Somos testigos, en el alba pura,
del trono en que la luz alza su reino
y lo concede intacto a cualquier súbdito.

Conviene contemplar la luz con más paciencia,
brindarle una atención encandilada,
el sumiso homenaje con que un bárbaro
descubre reverente en su aventura
la tierra que jamás ha visto nadie.

Carlos Marzal 

sábado, 5 de noviembre de 2016

CONTIGO – Poema de Luis Cernuda - En el aniversario de su ausencia - México 1963

¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.

¿Mi gente?
Mi gente eres tú.

El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.

¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

Luis Cernuda


martes, 1 de noviembre de 2016

Sólo la muerte - Poema de Pablo Neruda

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.

Pablo Neruda

lunes, 24 de octubre de 2016

SAUCE - Poema de Cesar Vallejo

Lirismo de invierno, rumor de crespones,
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones
que en la tarde rezan una despedida.

Visión del entierro de mis ilusiones
en la propia tumba de mortal herida.
Caridad verónica de ignotas regiones,
donde a precio de éter se pierde la vida.

Cerca de la aurora partiré llorando;
y mientras mis años se vayan curvando,
curvará guadañas mi ruta veloz.

Y ante fríos óleos de luna muriente,
con timbres de aceros en tierra indolente,
cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!

Cesar Vallejo

jueves, 13 de octubre de 2016

Blues hablados de la tercera guerra mundial - Bob Dylan - Premio Nobel de Literatura 2016 -

Hace tiempo tuve un sueño desconcertante 
Soñé que me había metido en la Tercera Guerra Mundial. 
Al mismísimo día siguiente fui a ver al médico 
Para ver qué me podía decir. 
Me dijo que había sido un mal sueño. 
De todas formas yo no estaba preocupado en absoluto. 
Eran mis propios sueños y sólo existían en mi cabeza. 

Dije yo: «Un momento nada más, doctor, me ha pasado una guerra mundial por la cabeza»
Dijo él: «Enfermera, coja su libreta; este chico está demente»
Me cogió por el brazo. Yo dije ¡ay! 
Según aterrizaba en el diván del siquiatra. 
Me dijo: «Cuéntamelo todo».

Bueno, pues todo empezó a las tres en punto de la madrugada, 
Y al dar y cuarto ya había terminado. 
Yo estaba en una alcantarilla con alguna amiguita, 
Cuando decidí echar un vistazo por una tapadera 
Para ver quién podía haber encendido las luces. 
Me levanté a dar una vuelta 
Y recorrí la ciudad vacía, 
Me pregunté dónde podría ir, 
Encendí un cigarrillo en un parquímetro 
Y seguí carretera abajo. 
Era un día normal. 

Toqué el timbre de un refugio contra la lluvia radiactiva, 
Asomé la cabeza y pegué un grito, 
«Dadme una judía verde, soy un hombre hambriento». 
Una escopeta disparó y yo salí huyendo. 
No les culpo demasiado de todas formas, 
El no me conocía. 

En la esquina de abajo, junto a un puesto de perritos calientes, 
Vi a un hombre, le dije: «Hola, tú, amigo», 
Y supongo que algo de aquello debía haber, 
Gritó sólo un poquito y salió escapado. 
Pensó que yo era un comunista. 

Localicé a una moza y antes de que se pudiera ir, 
Le dije: «Juguemos a Adán y Eva»
La cogí de la mano y tuve un ataque de palpitaciones, 
Pero ella me dijo: «Sí, hombre, ¿estás loco o qué?»
«¿No has visto lo que pasó la última vez que empezaron?»

Vi la ventana de tu Cadillac allá en la ciudad. 
No había nadie por allí. 
Me senté al volante 
Y tiré por la calle cuarenta y dos abajo 
En mi Cadillac. 
Buen coche ése para conducir después de una guerra. 

Bueno, pues como recordaba haber visto algún anuncio, 
Puse la emisora de emergencia 
Pero no había pagado la factura, 
Y aquello no funcionaba ni medio bien. 
Puse en marcha mi tocadiscos, 
Era Rock A Day y Johnny cantaba, 
«Dile a tu Pa, dile a tu Ma, 
Que nuestros amores van en aumento, Ooh-wah, Doh-wah .»

Me sentí así como solitario y triste, 
Necesitaba hablar con alguien, 
Así que llamé al reloj de la Telefónica 
Aunque sólo fuera por oír a alguien. 
«Al oír la tercera señal 
Serán las tres en punto».
Lo estuvo diciendo durante más de una hora 
Y luego colgué. 

Bueno, pues el doctor me interrumpió como por aquí 
Diciendo: «¡Eh! Yo también he estado soñando eso mismo últimamente» 
«Pero mi sueño era algo distinto, verás 
Yo soñaba que el único que quedaba después de la guerra era yo, 
Y no te veía por allí». 

El tiempo pasó y ahora parece 
Que todo el mundo sueña lo mismo. 
Todos se ven paseando por ahí y no ven a nadie más. 
La mitad de la gente puede estar a medias en lo cierto continuamente 
Unos cuantos pueden estar en lo cierto alguna vez, 
Pero nadie puede estar en lo cierto todo el tiempo. 
Me parece que esto lo dijo Abraham Lincoln. 
Os dejaré aparecer en mis sueños si me dejáis que aparezca en los vuestros. 
Esto lo he dicho yo.

Bod Dylan