lunes, 25 de enero de 2016

Virginia Woolf – Fragmento de "Las Olas"

(…) «Has estado leyendo a Byron recientemente y has subrayado los párrafos que exaltan aquellos sentimientos que se asemejan a los tuyos. Encuentro trazos del lápiz debajo de todos aquellos versos que revelan un temperamento irónico, pero apasionado; una impetuosidad semejante a la de la polilla que se lanza sin vacilar contra la dureza del vidrio. Al pasar la punta del lápiz por aquí, pensabas:
«También yo arrojo la capa así, también yo chasqueo los dedos ante el destino.» Sin embargo, Byron no preparó jamás el té como tú lo haces, llenando de tal modo la tetera que el agua se desborda cuando colocas la tapa y forma sobre tu mesa una laguna parda que corre entre tus libros y papeles. Ahora lo secas torpemente con el pañuelo que has sacado del bolsillo. Y después te vuelves a meter el pañuelo en el bolsillo. No, éste no es Byron. Este eres tú. Este es tan esencialmente tú que si algún día dentro de veinte años pienso en ti, cuando los dos seamos famosos, con gota e inaguantables, te veré en esta escena. Y si has muerto ya, lloraré.
Cierto tiempo hubo en que fuiste un joven Tolstoi. Ahora eres un joven Byron. Y quizás llegue el día en que seas un joven Meredith. Entonces visitarás París durante las vacaciones de Pascua, y volverás con una negra corbata, convertido en el discípulo de cualquier detestable francés de quien nadie ha oído hablar. Entonces romperé contigo.
“Soy una sola persona: yo. No suplanto a Catulo, a quién adoro. Soy un estudioso sumamente disciplinado, con un diccionario a un lado, y al otro una libreta en la que anoto curiosos usos del participio pasado. Pero no se puede vivir siempre dedicado a disecar con cuchillo para mejor comprender estas antiguas frases. ¿Viviré siempre así, corriendo las rojas cortinas de sarga, y viendo el libro, como un bloque de mármol, pálido a la luz de la lámpara? Sería maravilloso dedicar la vida a la perfección, seguir siempre la curva de la frase, me llevara donde me llevara, a desiertos y arenas movedizas, haciendo caso omiso de señuelos y tentaciones, ser siempre pobre e ir siempre mal vestido, parecer ridículo en Picadilly”.
“Pero soy demasiado nervioso para terminar debidamente mis frases. Hablo aprisa, paseando arriba y abajo, para ocultar mi agitación. Me irritan tus pañuelos manchados de grasa. Mancharás tu ejemplar de Don Juan. No me escuchas, Te dedicas a hacer frases sobre Byron. Y mientras tú gesticulas, con tu capa y tu bastón, yo intento revelarte un secreto que a nadie he comunicado todavía. Te pido (ahí en pie y dándote la espalda) que tomes mi vida en tus manos y me digas si es mi destino causar siempre repulsión a quienes amo”.
“Te doy la espalda y nervioso muevo los dedos. No, ahora mis manos están en perfecta inmovilidad. Con exactitud abro un espacio en la librería y en él inserto el Don Juan. Ahí. Prefiero ser amado, prefiero ser famoso a seguir el camino de la perfección a través de las arenas. Pero ¿estoy condenado a producir asco? ¿Soy poeta? Tómalo. El deseo que llevo tras los labios, frío como el plomo, pesado como la bala, aquello con lo que apunto a las dependientas de comercio, a las mujeres, a las ficciones y a la vulgaridad de la vida (porque la amo), sale disparado hacia ti, cuando te arrojo – tómalo – mi poema”.
“Como una flecha ha salido de la estancia”, dijo Bernard. “Ha dejado aquí su poema. Oh, amistad…¡También yo pensaré flores entre las páginas de los sonetos de Shakespeare! ¡Oh, amistad, qué agudos son tus dardos! Ha dado media vuelta y me ha mirado. Me ha entregado su poema. Todas las nieblas retorciéndose se alejan de la techumbre de mí ser. Conservaré esta confianza hasta el último día de mi vida. Como una larga ola, como un avance de pesadas aguas, se ha acercado a mí, y su devastadora presencia me ha abierto de par en par, dejando al descubierto los cantos rodados de la playa de mi espíritu. Todos los parecidos han quedado unidos. “No eres Byron, eres tú. Cuán extraño es que otra persona te concentre en un solo ser”.
“Cuan extraño es sentir cómo el hilo que de nosotros surge se adelgaza y avanza cruzando los nebulosos espacios del mundo que entre nosotros media. Se ha ido. Aquí estoy, en pie, con su poema en la mano. Entre él y yo media el hilo. Pero ahora, qué agradable es, cuánta confianza infunde, saber que la ajena presencia ha desaparecido, que la escrutadora mirada se ha apagado, ha sido cubierta por una capucha…Con qué satisfacción cierro las ventanas y me niego a recibir otras presencias. Con qué satisfacción advierto que, de los oscuros rincones en que se refugiaron, vuelven esos desastrados huéspedes, esos parientes, a los que él con su superior poder obligó a ocultarse. Los burlones y observadores espíritus que, incluso en la crisis y la vacilación del momento, se mantuvieron vigilantes, vuelven ahora en rebaño al hogar. Con su ayuda soy Bernard, soy Byron, soy esto y lo otro. Como en anteriores tiempos oscurecen el aire y me enriquecen con sus bufonadas y sus comentarios, nublando la hermosa sencillez de mi momento de emoción. Sí, puesto que yo soy más yos de lo que Neville cree. No somos tan simples como nuestros amigos quisieran para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, el amor es simple. (…)”

Virginia Woolf

viernes, 15 de enero de 2016

Lágrima - Poema Jaime Gil de Biedma

No veían la lágrima.

Inmóvil
en el centro de la visión, brillando,
demasiado pesada para rodar por mejilla de hombre,
inmensa,
decían que una nube, pretendían, querían
no verla
sobre la tierra oscurecida,
brillar sobre la tierra oscurecida.

Ved en cambio a los hombres que sonríen,
los hombres que aconsejan la sonrisa.
Vedlos
presurosos, que acuden.
Frente a la sorda realidad
peroran, recomiendan, imponen confianza.
Solícitos, ofrecen sus servicios. Y sonríen,
sonríen.
Son los viles
propagandistas diplomados
de la sonrisa sin dolor, los curanderos
sin honra.

La lágrima refleja
sólo un brillo furtivo
que apenas espejea.
La descubre la sed,
apenas, de los ojos
sobre los doloridos
utensilios humanos
-igual como descubre
el río que, invisible,
espejea en las hojas
movidas-, pero a veces
en cambio, levantada,
manifiesta, terrible,
es un mar encendido
que hace daño a los ojos,
y su brillo feroz
y dura transparencia
se ensaña en la sonrisa
barata de esos hombres
ciegos, que aún sonríen
como ventanas rotas.

He ahora el dolor
de los otros, de muchos,
dolor de muchos otros, dolor de tantos hombres,
océanos de hombres que los siglos arrastran
por los siglos, sumiéndose en la historia.
Dolor de tantos seres injuriados,
rechazados, retrocedidos al último escalón,
pobres bestias
que avanzan derrengándose por un camino hostil,
sin saber dónde van o quién les manda,
sintiendo a cada paso detrás suyo ese ahogado resuello
y en la nuca ese vaho caliente que es el vértigo
del instinto, el miedo a la estampida,
animal adelante, hacia adelante, levantándose
para caer aún, para rendirse
al fin, de bruces, y entregar
el alma porque ya
no pueden más con ella.

Así es el mundo 
y así los hombres. Ved
nuestra historia, ese mar,
ese inmenso depósito de sufrimiento anónimo,
ved cómo se recoge
todo en él: injusticias
calladamente devoradas, humillaciones, puños
a escondidas crispados
y llantos, conmovedores llantos inaudibles
de los que nada esperan ya de nadie...
Todo, todo aquí se recoge, se atesora, se suma
bajo el silencio oscuramente,
germina
para brotar adelgazado en lágrima,
lágrima transparente igual que un símbolo,
pero reconcentrada, dura, diminuta
como gota explosiva, como estrella
libre, terrible por los aires, fulgurante, fija,
único pensamiento de los que la contemplan
desde la tierra oscurecida,
desde esta tierra todavía oscurecida.


Jaime Gil de Biedma 

miércoles, 13 de enero de 2016

Estambul

Estambul, un día soñado fuiste el paraíso
la luna te ha adorado, los amantes anhelado
es tu mar, transparencia y pasión desbordada
Lo que embriaga piel, corazón y alma.

Te soñé al oírte de sus labios dulces
volé sobre tus cúpulas abrazado a su alma
y nuestros ojos brillaron llenos en tu magia
incitando a amarnos en tu lecho de seda.

Tus mezquitas destilan encanto y candor
en tus calles pasean los corazones asidos
susurrando placeres divinos a los amantes
que se pierden en el vientre de tu piel gozada.

Y en el Bósforo de mil estrellas siriadas
emerge la luz que ciega mente y razón,
recordando que dicha maravilla tiene dueño
que a la vez es esclavo y señor de tu sueño.

Estambul ansiado, cuan lejos ahora pareces
como una luciérnaga inalcanzable que contempla en lo alto
como los hombres y mujeres aman para ser amados
sueñan para ser soñados, anhelantes y anhelados.

YO quisiera haberte andado, deseado en tu seno renacer,
recorrer tus mágicas venas abrazado a su querer,
y admirar desde tu bósforo el milagro del Amor
recorrer con sólo un dedo los secretos de su ardor.

Estambul, Estambul..cuan lejos de ti estoy
tus encantos y milagros no son premio para mí
y si entonces de su mano quise ser un rey en ti
ahora sólo y desolado
  zozobro en mi amor perdido
más quizás tarde y a destiempo, me he enamorado de Ti.
…a un sueño aplazado…( tuyo es mi Bósforo.)

Espectro

Oda al holderin – Poema de Herman Hesse

Amigo de mi juventud, a ti regreso agradecido 
ciertos atardeceres, cuando entre los saúcos 
en el jardín que duerme suena sólo 
la fuente susurrante. 

Hoy nadie te conoce, amigo mío; en estos tiempo nuevos 
muchos se han apartado del encanto tranquilo de la Hélade, 
sin oraciones y sin dioses 
prosaicamente el pueblo camina sobre el polvo.

Pero para una secreta multitud de absortos entrañables 
a los que el dios llenó el alma de anhelos 
aún suenan las canciones 
de tu arpa divina.

Cansados del trabajo regresamos ansiosos 
a la ambrosiaca noche de tu canto, 
cuyas flotantes alas nos protegen 
con un sueño dorado.

Y cuando nos encanta tu canción más ardiente se enciende, 
más dolorosamente arde hacia el país dichoso del pasado 
hacia los templos de los griegos 
esta nostalgia que jamás termina.

Hermann Hesse

lunes, 11 de enero de 2016

GRACIAS A LA VIDA – Poema de Violeta Parra

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dió dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
graba noche y día; grillos y canarios.
martillos, turbinas, chubascos
y la voz tan tierna de mi enamorado.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con el las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano y luz, alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas  y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dió el corazón, que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado ell llanto;
así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes, que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto-

Gracias a la vida...

Violeta Parra

jueves, 7 de enero de 2016

El barco - Poema de Pablo Neruda

Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo
por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?
Queremos mirar las nubes,
queremos tomar el sol y oler la sal,
francamente no se trata de molestar a nadie,
es tan sencillo: somos pasajeros.

Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:
pasa el mar, se despide la rosa,
pasa la tierra por la sombra y por la luz,
y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.

Entonces qué les pasa?
Por qué andan tan furiosos?
A quién andan buscando con revólver?

Nosotros no sabíamos
que todo lo tenían ocupado,
las copas, los asientos,
las camas, los espejos,
el mar, el vino, el cielo.

Ahora resulta
que no tenemos mesa.
No puede ser, pensamos.
No pueden convencernos.
Estaba oscuro cuando llegamos al barco.
Estábamos desnudos.
Todos llegábamos del mismo sitio,
Todos veníamos de mujer y de hombre.
Todos tuvimos hambre y pronto dientes.
A todos nos crecieron las manos y los ojos
para trabajar y desear lo que existe.

Y ahora nos salen con que no podemos,
que no hay sitio en el barco,
no quieren saludarnos,
no quieren jugar con nosotros.

Por qué tantas ventajas para ustedes?
Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?

Aquí no están contentos,
así no andan las cosas.

No me gusta en el viaje
hallar, en los rincones, la tristeza,
los ojos sin amor o la boca con hambre.

No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta piedra en los caminos?

Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma triste, decídanse, señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.

Después el mar es duro.

Y llueve sangre.


Pablo Neruda

martes, 5 de enero de 2016

Noche de Reyes – Poema de Ana Ocaña

Noche de reyes
maquillo mis sueños
descubro la magia
de una niña
que siente 
cada ayer en su mente.

Susurro a la noche
que abra ventanas
que cierre los ojos
de los que no esperan
nada
y les deje en sus labios
el beso del alma.

Noche de reyes,
aroma de ilusiones,
ternuras derramadas
sobre la frágil luna
plateada,
eternas sonrisas
donde el llanto se apaga.

En otro cielo
hay ángeles
que no reciben 
su dosis de esperanza,
que esperan dormidos
con heridas en sus alas
despertando al dolor
de la guerra
en sus miradas.

Noche de reyes,
cabalgatas
emociones,
misterios
que en camellos
cabalgan,
danzando sobre el aire
con su espuma blanca.

Vuelvo a nacer
entre luces del alba,
me siento otra vez
la pequeña Ana
con el ayer colgado
a mis espaldas,
por un momento
los recuerdos
cruzan  mi almohada.

Pero no puedo
olvidarme
de tantos niños
a los que la vida
les quebró fantasías,
dejándolos 
en desiertos
de mentiras.


Ana Ocaña

lunes, 4 de enero de 2016

El Lobo estepario – poema de Hermann Hesse

Yo voy, lobo estepario, trotando
por el mundo de nieve cubierto;
del abedul sale un cuervo volando,
y no cruzan ni liebres ni corzas el campo desierto.

Me enamora una corza ligera,
en el mundo no hay nada tan lindo y hermoso;
con mis dientes y zarpas de fiera
destrozara su cuerpo sabroso.

Y volviera mi afán a mi amada,
en sus muslos mordiendo la carne blanquísima
y saciando mi sed en su sangre por mi derramada,
para aullar luego solo en la noche tristísima.

Una liebre bastara también a mi anhelo;
dulce sabe su carne en la noche callada y oscura.
¡Ay! ¿Por qué me abandona en letal desconsuelo
de la vida la parte más noble y más pura?

Vetas grises adquiere mi rabo peludo;
voy perdiendo la vista, me atacan las fiebres;
hace tiempo que ya estoy sin hogar y viudo
y que troto y que sueno con corzas y liebres
que mi triste destino me ahuyenta y espanta.

Oigo al aire soplar en la noche de invierno,
hundo en nieve mi ardiente garganta,
y así voy llevando mi mísera alma al infierno.


Hermann Hesse