domingo, 28 de febrero de 2016

Yo – Poema de Dámaso Alonso

Mi portento inmediato,
mi frenética pasión de cada día,
mi flor, mi ángel de cada instante,
aun como el pan caliente con olor de tu hornada,
aun sumergido en las aguas de Dios,
y en los aires azules del día original del mundo:
dime, dulce amor mío,
dime, presencia incógnita,
45 años de misteriosa compañía,
¿aún no son suficientes
para entregarte, para desvelarte
a tu amigo, a tu hermano,
a tu triste doble?
¡No, no! Dime, alacrán, necrófago,
cadáver que se me está pudriendo encima
desde hace 45 años,
hiena crepuscular,
fétida hidra de 800.000 cabezas,
¿por qué siempre me muestras sólo una cara?
Siempre a cada segundo una cara distinta,
unos ojos crueles,
los ojos de un desconocido,
que me miran sin comprender
(con ese odio del desconocido)
y pasan:
a cada segundo.
Son tus cabezas hediondas, tus cabezas crueles,
oh hidra violácea.
Hace 45 años que te odio,
que te escupo, que te maldigo,
pero no sé a quién maldigo,
a quién odio, a quién escupo.
Dulce,
dulce amor mío incógnito,
45 años hace ya
que te amo.


De "Hijos de la ira"

Dámaso Alonso

miércoles, 24 de febrero de 2016

“Canción de amor de la joven loca” - Poema de Sylvia Plath

Cierro los ojos y el mundo muere;
Levanto los párpados y nace todo nuevamente. (Creo que te inventé en mi mente).
Sin sentir galopa la negrura:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Escapan serafines y soldados de Satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente).
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente).

Las estrellas salen valseando en azul y rojo,

Soñé que me hechizabas en la cama

Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Imaginé que volverías como dijiste,
Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
Sylvia Plath

lunes, 22 de febrero de 2016

“Todo paraíso no está perdido” - André Breton

A Man Ray

Los gallos de roca pasan dentro del cristal
Defienden el rocío a golpe de cresta
Entonces la divisa encantadora del relámpago
Desciende sobra la bandera de las ruinas
La arena no es más que un reloj fosforescente
Que da la medianoche
Por los brazos de una mujer olvidada
Sin refugio girando por el campo
Erguida en las aproximaciones y en los retrocesos celestes
Es aquí
Las sienes azules y duras de la quinta se bañan en la noche
que calca mis imágenes
Cabelleras cabelleras
El mal adquiere fuerzas muy cerca
Solamente se valdrá de nosotros.


André Breton


domingo, 21 de febrero de 2016

EL VIENTO Y EL ALMA – Luis Cernuda

Con tal vehemencia el viento  viene del mar, que sus sones  elementales contagian  el silencio de la noche. 

Solo en tu cama le escuchas  insistente en los cristales  tocar, llorando y llamando  como perdido sin nadie. 

Mas no es él quien en desvelo  te tiene, sino otra fuerza  de que tu cuerpo es hoy cárcel,  fue viento libre, y recuerda.

Luis Cernuda

jueves, 18 de febrero de 2016

DEL AMOR - Poema de Shakîr Wa'el

 I
Con la ceguera azul
de los que vuelven de alta mar
llegué a Granada
y la vi transparente
peinada de sueños
en su jardín de noches.

Bebí sus destellos
en las fuentes
y conocí el licuado
sexo de la nieve.

Respiré sus sombras
y llené mis pulmones
para futuras alboradas.

Ahora que mi padre me reclama
con lágrimas de arena
me duele alejarme
de su aroma.

II
Cambié un jardin propio
por un mar de altura,
una jaula cerrada
por un cielo abierto,
mis dos ojos
por una estrella lejana,
y por tu amor
¿qué puedo darte yo por tu amor?
no tengo nada que valga tanto

III
La soledad
es oír cómo se apagan las estrellas
sobre el firmamento en desorden de tu pelo.

Y la tristeza
un ventarrón vacío
que al amanecer se vuelve caricia. 

IV
Eras un libro expuesto a la ventisca,    
ave trémula en el paraíso,
manojo de plumas que oprime mi corazón.       

Mis sueños vuelan
por tus verdes silencios,
y mis labios de vino se humedecen
en las dulces sombras
que tu cuerpo deja.

V
Solitaria banderola de aire
traspasada y libre
así es mi pasión
flameada por tu mirada ciega.

VI
En mi corazón
los deseos se elevan
hacia un cielo de hierba
y bajo mis pies
se deshacen los senderos
como si fueran de nieve.

La temperatura del alma
llega aquí a igualar la de las flores.

(Pero no pretendo soñar)

Para los ojos es bueno seguir el rastro bicolor de las mariposas. Pétalos sin destino, jeroglíficos al sol. Se posan en la quietud del mundo, y turban mi espíritu.

VII
Las claras noches de tu piel
oscurecen mis ojos extranjeros
los echaré al agua
como dos peces
para sentir
el aleteo de tus párpados.

VIII
Te esperé, te esperé
y sólo llegó hasta mí
el brazo desnudo del amanecer

IX
Buscando la libertad
he terminado a las puertas de tu prisión
y ya no conozco otra llave que tu amor.

X
¿Cómo será el mar sin ti?
¿Se convertirán en arena mis recuerdos?
Me estremezco bajo la lluvia fina del olvido
pero mi embriaguez de ti no la he perdido

XI
Cuenta Sa'id al-Bistamí lo que le ocurrió a una pareja de amantes cuando ella enloqueció y empezó a delirar e insultar a su enamorado.

Los amigos de él le requerían: "¿Cómo puedes amar a una mujer que ha perdido el juicio y te maltrata?"

Pero él les respondía: "Antes no la quería por su cordura, ahora tampoco la voy a dejar de querer por su locura. La quiero simplemente porque es ella. Y loco también es el que ama."

Esta historia demuestra que el verdadero amor es independiente de las circunstancias de los amantes, por extremas que sean. También dice Ibn Hazm que "no tiene más causa ni motivo que la voluntad de amar". Porque es sinrazón, puro anhelo y une y separa con dureza.

XIb
Ayer subí por las cuestas empedradas de tu atalaya, cuando el velo del atardecer dejó de arder y Granada se ensombrecía en los ojos de una gacela preñada de brasas. Te rondé a medianoche por veredas y terrazas polvorientas de luna, trasegando mis sueños a cielo abierto, con el vértigo de estar tan cerca y tan distante.

Hallé tu casa encendida, las ventanas de tus aposentos abiertas y las de tu alma entornadas. Adiviné cómo ordenabas tus utensilios domésticos, tus libros y tus deseos antes de dormir y en un silencio imantado de estrellas llegué a oír tu voz entre los muros como fina alfaguara. 

XII
Nada hay más superficial que una caricia, pero qué profundidades alcanza, como las huellas de las gaviotas en la arena que la marea desliza hacia los fondos marinos.

Caricia es también tu mirada
la brisa de tus pensamientos
el jardín de tu pelo
tu manera de retirar el cuello
tus hombros de luna en sombra
tus pezones en la tormenta de tus vestidos
el oasis en reposo de tu ombligo
las riberas mayores y menores de tus labios
tus muslos fluviales
la pulpa frutal de tus rodillas
tus pies tus dedos tus uñas de colores
y tu sonrisa también que rompe el cielo

XIII
Asombrado por la finura de Al-Andalus
que es como la piel de una gacela dormida
le pregunté al maestro Abu Ahmad Ibn Sa'id
y él me respondió:

Es una idea antigua
mantenida por los sabios de Persépolis,
que la tierra es un animal que se alimenta
con la boca en Bagdad, los ojos en Damasco
y el año en el país de los frany.
No te sorprendas pues
de la dulzura del paisaje
porque Granada cae a la altura del corazón.

XIV
Aún me corta tu frío aliento transparente,
la brisa de tus besos sin labios,
tu oscuro pelo lloviéndome en la boca.

Tus manos viajeras,
tu cuerpo tibio y vegetal,
la fronda de tu alma
en esa tarde de árboles y viento.

El cielo deja un brusco brillo,
un temblor cercano de hoja suelta
en los estanques manchados de noche,
ahora que ya no tienen peces,
rompiéndose el agua en mi interior.

XV
La tierra es habitable
hasta donde alcanza tu mirada
como el mar silencioso de tus ojos.

Más allá las tinieblas,
los pueblos sin nombre,
las ciudades que sólo brillan
en la imaginación de las piedras.

Y cuando tú te muevas
toda la bóveda celeste
girará conmigo.

XVI
Ahora que he crecido
como duna frente al mar
ahora que tengo los años de la arena
hubiera podido darte todo el viento de mi amor.

XVIII
Bajo mis pies la hojarasca
crepita
en el silencio de las veredas.
La escarcha de mi alma
resguarda
el amor helado en mis venas.

DEL DESAMOR

XIX
Oigo tus cabellos
cuando caen como lluvia
y me pregunto si tú lo sabes.

XX
Después de las tormentas
las palmeras se dejan acariciar
por la brisa.
Sobre nuestros lagos interiores
el viento no se detiene.

XXI
Escucho el corazón
de tu sombra
siento tu pulso de paloma
huída
sólo la luna
ilumina la neblina de mis sueños
donde una vez
te quedaste muy cerca de mí.

XXIII
Cuando haya acabado
de beberme una a una las estrellas
descubriré tu estela
fugaz como un ave
que anidó un día en mis costillas.

XXIV
En los desiertos azules
resplandecen las estrellas
del mar que los cubrió.

De mi amor que era
como un río que se ensancha
ahora sólo queda
un hilo de agua entre las rocas.

XXV
Durante muchas noches
no verte
fue como estar ciego
el olor oscuro de los árboles
en mis sábanas
susurros de alborada
en las ventanas
la estrella polar helándose
en tu pubis
y la vida remota
como una cascada de hierro
porque tu silencio
llenaba mi silencio
ruidosamente
entre la gente.

Traducción del persa al francés: Desconocido.
Traducción del francés al español: L. Tamaral.   
 

Shakîr Wa'el (Persia, 1232-1260?)

miércoles, 17 de febrero de 2016

El amor ascendía entre nosotros - Poema de Miguel Hernández

El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada,
fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.

Miguel Hernández 

martes, 16 de febrero de 2016

El sol – Poema de Hugo Ball

Entre mis párpados avanza un carrito de niño.
Entre mis párpados va un hombre con un caniche.
Un grupo de árboles se torna un fajo de serpientes y silba por el cielo.
Una piedra sostiene una charla. Árboles en fuego verde. Islas flotantes.
Temblor y tintineo de conchas y cabeza de pescado como en el fondo del mar.

Mis piernas se extienden hasta el horizonte. Cruje una carroza
Muy a lo lejos. Mis botas sobresalen por encima el horizonte como torres
De una ciudad que se hunde. Soy el gigante Goliat. Queso de cabra digiero.
Soy un ternerito de mamut. Me olfatean los verdes erizos de pasto.
La hierba tiende sables y puentes y arcoiris verdes sobre mi barriga.

Mis orejas son conchas gigantes rosadas, bien abiertas. Mi cuerpo se hincha
Con los ruidos que quedaron presos adentro.
Escucho los balidos
Del inmenso Pan. Escucho la música bermeja del sol. Él permanece arriba
A la izquierda. Bermellón caen sus rasgones hacia la noche del mundo.
Cuando desciende aplasta la ciudad y las torres de la iglesia
Y todos los jardines colmados de crocus y jacintos, y habrá un sonido semejante
a las tonterías que disparan las trompetas de niños.

Pero hay en el aire un ventarrón de púrpura, yema de amarillo
y verde botella. Bamboleos, que un puño naranja aferra en largos hilos,
y un cantar de cuellos de ave que retozan por las ramas.
Un andamiaje muy tierno de banderas infantiles.

Mañana el sol será cargado en un vehículo de ruedas enormes
Y conducido a la galería de arte Caspari. Un negro cabeza de toro
Con la nuca abultada, nariz chata y paso amplio, llevará cincuenta
Asnos blancos y chispeantes, que tiran del carro en la construcción de las pirámides.
Se agolparán muchos países de colores sanguíneos.
Nanas y nodrizas,
Enfermos en ascensores, una grulla con zancos, dos bailarinas de San Vito.
Un señor con corbata de moño de seda y un guardia de rojos olores.

No puedo sostenerme: estoy lleno de dicha. Los marcos de las ventanas
Revientan. Cuelga una niñera de una ventana hasta el ombligo.
No puedo ayudarme: los domos se revientan con fugas de los órganos. Quiero
crear un nuevo sol. Quiero chocar los dos uno con otro
cual cimbales y alcanzarle la mano a mi dama. Nos esfumaremos
en una litera violeta sobre los techos de nuestra ciudad solamarilla
cual pantallas de papel de seda en la ventisca.


Hugo Ball

sábado, 6 de febrero de 2016

Carnaval de Venecia - Nora Lanzieri -

Detrás de la máscara
y en una danza sensual
se escondía un rostro...
¿quién sabe cuál?

Miles de máscaras
aparecían sin cesar
era el Carnaval de Venecia
en esa peculiar ciudad.

La góndola y el canal
como en un secreto singular
se unían a los colores pasteles
de la pequeña gran ciudad,

¿Dónde estás?
quien eres...

Pero detrás de la máscara
y en una danza sensual
se escondía un rostro...
¿quién sabe cuál?

Sé quién eres
aunque lo quieras negar
al amor lo reconozco
a ti mi amor, imposible de olvidar
frente al mar
me enamoraste y ahora
en mi alma tú estás.

Detrás de la máscara
y en una danza sensual
se escondía un rostro...
¿quién sabe cuál?

Al amor lo reconozco
a ti mi amor,
imposible de olvidar.


Nora Lanzieri



Canción de carnaval - Poema de Rubén Darío - Aniversario su nacimiento

Para volar más ligera
ponte dos hojas de rosa,
como hace tu compañera
la mariposa.

Y que en tu boca risueña,
que se une al alegre coro,
deje la abeja porteña
su miel de oro.

Únete a la mascarada,
y mientras muequea un clown
con la faz pintarrajeada
como Frank Brown;

mientras Arlequín revela
que al prisma sus tintes roba
y aparece Pulchinela
con su joroba,

di a Colombina la bella
lo que de ella pienso yo,
y descorcha una botella
para Pierrot.

Que él te cuente cómo rima
sus amores con la Luna
y te haga un poema en una
pantomima.

Da al aire la serenata,
toca el auro bandolín,
lleva un látigo de plata
para el spleen.

Sé lírica y sé bizarra;
con la cítara sé griega;
o gaucha, con la guitarra
de Santos Vega.

Mueve tu espléndido torso
por las calles pintorescas,
y juega y adorna el Corso
con rosas frescas.

De perlas riega un tesoro
de Andrade en el regio nido,
y en la hopalanda de Guido,
polvo de oro.

Penas y duelos olvida,
canta deleites y amores;
busca la flor de las flores
por Florida:

Con la armonía te encantas
de las rimas de cristal,
y deshojas a sus plantas,
un madrigal.

Piruetea, baila, inspira
versos locos y joviales;
celebre la alegre lira
los carnavales.

Sus gritos y sus canciones,
sus comparsas y sus trajes,
sus perlas, tintes y encajes
y pompones.

Y lleve la rauda brisa,
sonora, argentina, fresca,
¡la victoria de tu risa
funambulesca!



Rubén Darío

miércoles, 3 de febrero de 2016

El verdugo – Poema de Hugo Ball

Te pongo a rodar sobre tus rojos manteles.
Pongo manos a la obra: radiante como un maestro carnicero.
Los bancos y las mesas como cuchillos relampagueantes
el enano de la sífilis husmea en los sartenes llenos de cola y jalea.

Tu cuerpo es retorcido esplendoroso y brilla como la luna amarilla
tus ojos son pequeñas lunas lascivas
tu boca revienta voluptuosa en la miseria de las judías
tus manos una caracola, que vive en los jardines rojo sangre llenos de uvas y rosas

¡Ayuda, Santa María! ¡Brotaron de tu cuerpo los frutos
oh santísima! Me escurre fuego ardiente por las piernas.
Mi pelo una tormenta, mi cerebro la yesca
mis dedos diez ávidos clavos de carpintero
que clavo en los fetiches de la cristiandad.

Cuando tu grito de dolor dinamitó fuera del pino tus dientes
bajó un bullicio de oro por entre las vigas del cielo.
Una hostia gigante huía y se detuvo entre montañas de rosas
borboteaba un aleluya entre los miembros de apóstoles y pastores.

Entonces danzaban hombres y rameras desnudos en éxtasis desquiciado
paganos, turcos, cafres y moros sobretodo
se disiparon los ángeles del círculo terrestre
y llevaron oscuridad y suplicio en un platón centelleante
No había ningún capullo materno, ningún ojo inyectado de sangre y sin esperanza
cada alma se abría a la infancia y al milagro.

Hugo Ball

lunes, 1 de febrero de 2016

CIMA DE LA DELICIA - Jorge Guillén

¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
Resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
En el espacio airoso,
Henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
Profundidad de espejo.
Las más claras distancias
Sueñan lo verdadero.

¡Dulzura de los años
Irreparables! ¡Bodas
Tardías con la historia
Que desamé a diario!

Más, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
La plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!



Jorge Guillén