lunes, 25 de abril de 2016

De noche - Poema de Gabriel Celaya

Y la noche se eleva como música en ciernes,
y las estrellas brillan temblando de extinguirse,
y el frío, el claro frío,
el gran frío del mundo,
la poca realidad de cuanto veo y toco,
el poco amor que encuentro,
me mueven a buscarte,
mujer, en cierto bosque de latidos calientes.

Sólo tú, dulce mía,
dulce en los olores de savia espesa y fuerte,
sin palabras, muy cerca, palpitando conmigo,
sólo tú eres real en un mundo fingido;
y te toco, y te creo,
y eres cálida y suave matriz de realidades,
amante, amparo, madre,
o peso de la tierra que sólo en ti acaricio,
o presencia que aún dura cuando cierro los ojos,
fuera de mí, tan bella.

Gabriel Celaya

sábado, 23 de abril de 2016

Discurso Fernando del Paso premio Cervantes 2016

Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá, Señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, querida esposa–oíslo-e hijos, queridos parientes y amigos que me acompañan, queridos todos, Señoras y Señores:

La del alba sería, cuando timbró el teléfono de mi casa y yo pensé que si no era una tragedia la que me iban a anunciar, sería la malobra de un rufián que deseaba perturbar mis buenas relaciones con Morfeo, o quizás el mago Frestón. Pero no fue así, por ventura: era mi hija Paulina quien desde Los Cabos, Baja California, me anunciaba haberse enterado que me habían otorgado este premio, lo cual colmome de dicha pese a que desde ese instante las múltiples llamadas telefónicas que recibí por parte de amigos, parientes y periodistas, incluyendo los de España, para ratificar la gran nueva, no me dejaron volver a pegar el ojo. Yo, ni tardo ni perezoso acometí de inmediato la empresa de despertar a cuanto amigo y pariente tengo para informarles lo que me habían comunicado.

En marzo del año pasado, cuando tuve el honor de recibir en la ciudad mexicana de Mérida el Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, hice un discurso que causó cierto revuelo. Sé muy bien que esas palabras despertaron una gran expectativa en lo que se refiere a las palabras que hoy pronuncio en España. Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, lo abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. 

Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza.

Quizá debí haber comenzado este discurso de otra forma y decirles que yo nací en el ámbito de la lengua castellana el 1º de abril de 1935 en la ciudad de México. “Felicidades señora, es un niño”, dicen que dijo el médico que estaba exhausto de maniobrar una y otra vez con los fórceps, antes de ponerme no de patitas sino de orejitas en el mundo y quién al ver por primera vez mis entonces diminutos órganos reproductores, coligió con gran perspicacia que yo era un varón, rollizo no, pero tampoco escuálido: yo no quería nacer y a veces todavía pienso que no quiero nacer.

Me cuentan que lloré un poco y ¡Oh, maravilla! lloré en castellano: y es que desde hace 81 años y 22 días, cuando lloro, lloro en castellano; cuando me río, incluso a carcajadas, me río en castellano y cuando bostezo, toso y estornudo, bostezo, toso y estornudo en castellano. Eso no es todo: también hablo, leo y escribo en castellano.

Pancho y Ramona, el Príncipe Valiente, Lorenzo y Pepita, Tarzán y Mandrake, fueron mis primeros personajes favoritos, y yo no podía esperar a que mi padre despertara para que me leyera las historietas dominicales a colores, de modo que me di priesa en aprender a leer en lapre-primariaen la que me inscribieron mis padres, dirigida por dos señoritas que no eran monjas pero sí muy católicas y tan malandrines que me daban con grandes bríos y denuedo reglazos en la mano izquierda–yosoy zurdo- cuando intentaba escribir con ella, sin obtener su objetivo: no soy ambidextro, soy ambisiniestro. Más tarde mi mano izquierda se dedicó a dibujar y fue así como se vengó de la derecha. Pero aprendí a leer con los dos ojos, y con los dos ojos y entre los rugidos de los leones me las vi con don Quijote de La Mancha. En efecto, un hermano de mi padre que tenía una gran biblioteca virgen–nadiela leía: compraba los libros pormetro-,me invitó a pasar quince días en su casa, muy cercana al zoológico, desde donde se escuchaban a distintas horas del día los estentóreos rugidos de los leones y yo me dije: ¿leoncitos a mí? y me zambullí en la literatura de los clásicos castellanos: desde entonces estoy familiarizado con todos ellos: Tirso de Molina, Lope de Vega, Garcilaso, Góngora, el Arcipreste de Hita, Quevedo, Baltasar Gracián y varios otros. Fue allí también, en la casa de mi tío donde me enfrenté con Don Quijote en desigual y descomunal batalla: él, las más de las veces jinete en Rocinante o a horcajadas en Clavileño y yo, en miserable situación pedestre. No obstante mi Señor y Sancho Panza estaban ilustrados por Gustave Doré y eso me sirvió de báculo. Salí de su lectura muy enriquecido y muy contento de haber aprendido que la literatura y el humor podían hacer buenas migas. De esto colegí que también los discursos y el humor podían llevarse.

De ahí continué leyendo, apasionado, a numerosos y muy buenos escritores españoles. Antonio Montaña Nariño, un escritor colombiano ya fallecido, entró a la agencia de publicidad donde yo trabajaba y me presentó a su amigo, elhispano-mexicanoJosé de la Colina. Pronto ellos se transformaron en mis primeros mentores literarios y me dieron a conocer a Benito Pérez Galdós, Ramón Menéndez Pidal, Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle Inclán, Antonio y Manuel Machado, Rafael Alberti y otros autores que me hicieron enamorarme profundamente de la lengua. En aquél entonces yo me regocijaba mucho leyendo a estilistas como Gabriel Miró. Antonio y José me dieron también a conocer a Joyce, Faulkner, Dos Passos, Erskine Caldwell, Julien Green, Marcel Schwob y otros muchos grandes autores de las literaturas anglosajona y francesa.

También desde luego a excelentes escritores españoles como Rafael Sánchez Ferlosio, Juan José Armas Marcelo, Juan Marsé, los hermanos Goytisolo, Fernando Savater, Camilo José Cela, Javier Marías, Arturo Pérez- Reverte y a quién detonó toda mi vocación literaria: el poeta Miguel Hernández, autor de El rayo que no cesa.

Recuerdo que hace algunos años en una universidad francesa, cuando comencé a dar una lista de los escritores que según yo me habían influido, una persona del público señaló que yo no había mencionado a ningún escritor español y me dijo que cómo era posible. Yo le contesté: los españoles no me han influido, a los españoles los traigo en la sangre, y agregué a la enumeración aquellos latinoamericanos que son parte de mis lecturas más importantes y por lo tanto de mi vida como Borges, Onetti, Carpentier, Lezama Lima, Cortázar, Asturias, Vargas Llosa, García Márquez, Neruda, Huidobro, Gallegos, Guimarães Rosa y César Vallejo y entre los mexicanos Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, sin olvidar a Fernández de Lizardi y a nuestra amada monja Sor Juana Inés de la Cruz.

Los maravillosos sonetos de Miguel Hernández me motivaron a escribir Sonetos de lo diario, publicados por Juan José Arreola en “Cuadernos del Unicornio” en 1958. Pero en realidad mi primera incursión en el mundo castellano tuvo lugar cuando era yo muy peque: “Nano Papo quiee cuca pan quiquía”, que mi madre interpretaba fielmente: “Nano Papo” era: “Fernando del Paso”, “quiee cuca pan quiquía” quería decir “quiere azúcar pan y mantequilla”. Algunas tías malhumoradas, pronosticaron que yo no iba a dar pie con bola con el lenguaje. Se equivocaron de palmo a palmo. 

Poco después, al parecer insatisfecho con el eufemismo familiar que se le asignaba a los glúteos, los llamé “las guinguingas” y pronto este neologismo fue adoptado por toda la familia. La publicación de los Sonetos me sirvió para conocer a Arreola y a Juan Rulfo, quien sabía todo lo que había que saber sobre novela mexicana, española, rusa, inglesa, italiana, alemana, y, en fin, sobre novela mundial. 

Comencé entonces a escribir José Trigo, un libro reflejo de mi obsesión por el lenguaje, mi fascinación por la mitología náhuatl y que obedecía a tantos otros propósitos, que lo transformaron casi en un despropósito. Pero ahí está, tan campante, a sus 50 años de edad: fue publicado en 1966. Seguí después con Palinuro de México, una especie de autobiografía inventada, una recreación literaria de mi vida como niño y adolescente, conjugada en varios tiempos verbales: lo que fui, lo que yo creí que era, lo que no fui, lo que hubiera sido, lo que sería, etc. Y después vinoNoticias del Imperio, la novela sobre los emperadores Maximiliano y Carlota en la que me propuse darle a la documentación el papel de la tortuga y a la imaginación el de Aquiles. Desde muy peque el melodrama de estos dos personajes, el saber que habíamos tenido en México un emperador austriaco de largas barbas rubias al que fusilamos en la ciudad de Querétaro y una emperatriz belga que vivió, loca, hasta 1927, cuando Lindbergh cruzó el Atlántico en avión, me había fascinado. Por supuesto, en cuanto ganó Aquiles la novela quedó terminada. He escrito también libros de poesía, libros para niños y dos obras de teatro. 

Una de ellas que he soñado que algún día se represente o se lleve a escena en este país: La muerte se va a Granada, sobre el asesinato de Federico García Lorca.

Toda mi vida ha continuado la riña entre mi mano izquierda y mi mano derecha. Ninguna de las dos ha triunfado y esto ha significado para mí un conflicto muy profundo. Sin embargo mi mano derecha se ha impuesto, no sé si soy escritor, pero sé que no soy pintor, nunca he dejado de escribir para dibujar y siempre he dejado de dibujar para escribir.

Sin embargo la lucha más prolongada que he sostenido en la vida ha sido contra mi propia salud. 

Desde que era muy peque y me operaron de algo que se llama “adenoides” hasta el momento actual, en que supero las secuelas, largas y dolorosas, de dos series de infartos al cerebro de carácter isquémico, he estado cuando menos quince veces en el quirófano: por una apendicitis, por dos hernias, dos tumores benignos, un desgarre en el corazón, un stent en la arteria femoral superficial de la pierna derecha, otro en la arteria coronaria izquierda, dos oclusiones intestinales y entre otras cosas dos operaciones de las que llaman “a corazón abierto”. Además de recurrentes ataques de gota y una fractura del tobillo derecho. Tan mal he estado en los últimos tiempos que cuando alguien me vio me dijo: “pero hombre, ¿así va usted a ir a España?” y yo le contesté: “yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.

¿Dije antes que "todavía pienso que no quiero nacer"? ¡Pamplinas! Fue una bravuconada. La vida ha sido bastante cuata conmigo. Quise escribir y escribí. Nunca escribí para ganar premios, pero ya ven ustedes, aquí estoy. Quise casarme con Socorro y me casé con ella. Quisimos tener hijos y tuvimos hijos. Quisimos tener nietos y tuvimos nietos. Y desde hace unos dos años tenemos una bisnieta: Cora Kate McDougal del Paso. Espero que algún día sus padres le recuerden que su bisabuelo le deseó que ella agradezca haber venido al mundo a compartir la vida con todos nosotros, aunque no sé en que lengua lo hará, puesto que nació en la tierra de James Joyce, Irlanda, y parece destinada a vivir en ese país.

También desde aquí le mando mil besos a nuestra otra casi bisnieta, Ximena, a quien le digo casi bisnieta porque es la nieta de un casi nuestro hijo, Arturo. Hay más, les voy a contar una historia. Seré breve, es la misma historia que conté en la Caja de las Letras: Hace mucho tiempo el joven poeta mexicano tabasqueño, José Carlos Becerra, obtuvo una beca Guggenheim y con ella se fue a Londres con el propósito de comprar un automóvil con el cual recorrer toda Europa. Una madrugada, camino a Bríndisi, en Italia, no se sabe qué sucedió: tal vez se quedó dormido al volante, el caso es que se desbarrancó y se mató. Yo llegué también con mi beca Guggenheim a Londres pocos meses después y me alojé en la casa del mismo amigo mutuo, Alberto Díaz Lastra, en donde él se había alojado. Allí, José Carlos olvidó una camisa que yo heredé. Desde entonces, cada vez que yo sentía pereza de escribir, desánimo o escepticismo, me ponía la camisa y comenzaba a trabajar. Consideré que yo tenía un deber hacia aquellos artistas, hombres y mujeres, cuya muerte prematura les impidió decir lo que tenían que decir. Por eso esa camisa tiene tanta importancia en mi vida. 

Depositarla en la Caja de las Letras no significa que no vuelva yo a escribir: la magnificencia e importancia del Premio de Literatura Española Cervantes, me obliga moralmente a hacerlo y así lo haré: me pondré la camisa, así sea metafóricamente, una y otra vez, hasta que se acabe (no la camisa sino mi vida).

Pero no vine aquí para contar mi vida y mis obras, ni para comentar mis penas. Tampoco a hablar de las guinguingas de nadie, ni siquiera de las de Don Quijote, aturdidas y compungidas como debieron estar, tras tantas tan tremendas tundas que le propinaron durante su azarosa profesión caballeril. Vine y estoy aquí hoy, 23 de abril de 2016, en el que se conmemora el aniversario número 400 de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, discurso en ristre y con los colores de España en el pecho, muy cerca del corazón, para agradecer: a sus majestades los Reyes de España Felipe VI y doña Letizia, por su muy generosa hospitalidad; por su hospitalidad también a la ciudad de Alcalá de Henares, a su Alcalde, y al Rector de esta Universidad; al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte así como al Instituto Cervantes; al jurado del Premio Cervantes por su decisión, riesgosa diría yo, en la medida en que juzgó como tal a mi literatura. Agradezco también a mis amigos y familiares presentes, a oíslo Socorro y a mis hijos: Fernando que descanse en paz, a Alejandro, Adriana y Paulina el gran apoyo que me han dado toda la vida. Socorro: perdóname si alguna vez te hice daño: te pido perdón en público. Asimismo y profundamente a la Providencia, a la casualidad o a la causalidad el haberme hecho súbdito de la lengua castellana, a mi país México y a mis padres por haberme dado este lenguaje y sobre todo, gracias a ti, España, mil gracias.

Por cierto, también sueño en español.

Vale.

Fernando del Paso

viernes, 22 de abril de 2016

Don Belianís de Grecia - Miguel de Cervantes y Saavedra

Rompí, corté, abollé, y dije e hice
más que en el orbe caballero andante;
fui diestro, fui valiente y arrogante,
mil agravios vengué, cien mil deshice.

Hazañas di a la fama que eternice;
fui comedido y regalado amante;
fue enano para mí todo gigante,
y al duelo en cualquier punto satisfice.

Tuve a mis pies postrada la Fortuna
y trajo del copete mi cordura
a la calva ocasión al estricote.

Mas, aunque sobre el cuerno de la luna
siempre se vio encumbrada mi ventura,
tus proezas envidio, ¡oh, gran Quijote!

Miguel de Cervantes y Saavedra

martes, 19 de abril de 2016

Amor - Poema de María Victoria Atencia García

Cuando todo se aquieta
en el silencio, vuelvo       
al borde de la cuna
en que mi niño duerme
con ojos tan cerrados
que apenas si podría
entrar hasta su sueño
la moneda de un ángel.
      
Dejados al abrigo
de su ternura asoman
por la colcha en desorden,
muy cerca de sus manos,
los juguetes que tuvo
junto a sí todo el día,
ensayando un afecto
al que ya soy extraña.
      
Quien a mí estuvo unido
como carne en mi carne,
un poco más se aparta
cada instante que vive;
pero esa es mi tristeza
y mi alegría un tiempo,
porque se cierra el círculo
y él camina al amor.

María Victoria Atencia García

lunes, 18 de abril de 2016

Aquí están todas las rosas encarnadas del deseo...Poema de Gabriel Celaya - En su aniversario

¡Aquí están todas las rosas encarnadas del deseo! 

Allí la luna, callada, 
blanca y estéril, mirando, 
espejo vuelto a sí mismo, 
su perfección de narciso: 
soledad en aguas blancas 
de lo blanco quieto y frío.

Dura o sin sangre, tranquila, 
de está mirando a sí misma, 
mientras rosas encarnadas, 
pulpa y amor, carne viva, 
bajo una brisa caliente 
se desmayan de delicia.

Con los ojos en la luna, 
bajo los pies, rosas rojas, 
estoy esperando, quieto, 
que tú, que yo mismo venga 
sigiloso por la espalda, 
con la sorpresa de un beso 
blanco y verde de silencio, 
que tú, que yo mismo venga 
con un beso 
muerto de puro perfecto.

Gabriel Celaya

miércoles, 13 de abril de 2016

Besos - Poema de Gabriela Mistral

Hay besos que pronuncian por sí solos 
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral

martes, 12 de abril de 2016

Llegarán los almendros – Poema de Clara Janes

Llegarán los almendros en flor a tu ventana
huidos de mi pensamiento,
y el temblor del olivo
que se estremece al paso de la noche.

Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras,
no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta,
me quedaré vagando por las calles,
desgranando temores por la tierra de Kampa,
dialogando confusa con el aire,
bailando cortesmente con el río la danza de la muerte,
con delicados arabesques
y oscuras reverencias.

No intentaré siquiera hablarte con la lluvia,
ni cabalgar el viento
y escondida en sus crines
devolverte el perfume de las rosas

que tú de un solo gesto, de una vez para siempre,
has desenterrado para mí
con toda la encendida primavera.

Clara Janes

lunes, 11 de abril de 2016

LIMBO – Luis Cernuda

A Octavio Paz

La plaza sola (gris el aire,
negros los árboles, la tierra
manchada por la nieve),
parecía, no realidad, mas copia
triste sin realidad. Entonces,
ante el umbral, dijiste:
viviendo aquí serías
fantasma de ti mismo.

Inhóspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa
oscura toda era,
pálidas sus ventanas sobre el río,
y el color se escondía
en un retablo español, en un lienzo
francés, su brío amedrentado.

Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueño estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en años idos,
imagen fatua y fácil
del dilettante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.

Allí con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de sí mismos,
rito social cumplía,
y entre el diálogo moroso,
tú oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron
la primera edición de un poeta raro,
y la he comprado", tu emoción callaste.

Así, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y días amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fénix, muere y nace,
para que años después, siglos
después, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.

Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento inútil;
y tú cobarde, mudo
te despediste ahí, como el que asiente,
más allá de la muerte, a la injusticia.

Mejor la destrucción, el fuego.

Luis Cernuda

sábado, 9 de abril de 2016

Burka – Poema de Pedro Guerra

Pies que no pueden hacer ruido al andar

Mujeres condenadas tras el velo

Dedos que no pueden escribir ni contar

Labios que no pueden sonreír ni cantar.

Brazos que no pueden recibir ni abrazar

Mujeres condenadas tras el velo

Mentes que no pueden decidir ni pensar

Ojos que olvidaron el placer de mirar.

Muertas en vida

Dolidas del alma

Personas heridas

Mujeres fantasma.

Pasos encerrados sin un ir ni venir

Mujeres condenadas tras el velo

Letras denegadas sin nombrar ni decir

Besos que no alcanzan labios donde existir.

Vidas que no sacian ni el amor ni la sed

Mujeres condenadas tras el velo

Rejas que limitan cuanto se quiere ver

Burkas enrejadas libertad tras la red.

Muertas en vida

Dolidas del alma

Personas heridas

Mujeres fantasma.

Pedro Guerra

martes, 5 de abril de 2016

DONDE NACE TU VOZ - Juan Carlos García Hoyuelos

Castilla y Vasconia,
miradas al cielo evitando posible frontera
cuando ambas coinciden en el valle de Valdegovía.

Quien separó pueblos
desconocía que el castellano
se agarra con cepas vascas
a la tierra, al antiguo fuego pagano.

¿Es posible una cuna sin llanto?
Entonces… todo el valle, y no una parte,
Valpuesta, son el origen de una lengua: el castellano;
simbiosis que une y nunca separa
Burgos de Álava, a los castellanos
de sus hermanos, los vascos,
hoja escrita a doble cara en un mismo cartulario.

Al abrigo de peñas y cerros, un idioma,
híbrido del pasto y de la piedra
erosionada hasta que se hizo muralla,
fue extendiéndose valle a valle,
cosiendo con ríos su ánima de seda.

Y aunque más que mil otoños
hayan amontonado hojas en el suelo,
su origen sigue siendo el que fue,
definición primogénita,
sabor a manantial,
un sorbo desnudo,
profundas huellas en la nieve,
el retorno al mismo campanario
de una cigüeña.

Juan Carlos García Hoyuelos 

Foto: Valpuesta: municipio considerado como uno de los orígenes de la Lengua Castellana, basado en los cartularios del monasterio de esa localidad burgalés, ubicada en Valdegovía (en euskera "Gaubea"), valle que comparten las provincias de Álava, la mayor parte de su territorio, y de Burgos.




domingo, 3 de abril de 2016

Ulises – Poema de Alfred Tennyson

De nada sirve que viva como un rey inútil
junto a este hogar apagado, entre rocas estériles,
el consorte de una anciana, inventando y decidiendo
leyes arbitrarias para un pueblo bárbaro,
que acumula, y duerme, y se alimenta, y no sabe quién soy.

No encuentro descanso al no viajar; quiero beber
la vida hasta las heces. Siempre he gozado
mucho, he sufrido mucho, con quienes
me amaban o en soledad; en la costa y cuando
con veloces corrientes las constelaciones de la lluvia
irritaban el mar oscuro. He llegado a ser famoso;
pues siempre en camino, impulsado por un corazón hambriento,
he visto y conocido mucho: las ciudades de los hombres
y sus costumbres, climas, consejos y gobiernos,
no siendo en ellas ignorado, sino siempre honrado en todas;
y he bebido el placer del combate junto a mis iguales,
allá lejos, en las resonantes llanuras de la lluviosa Troya.

Formo parte de todo lo que he visto;
y, sin embargo, toda experiencia es un arco a través del cual
se vislumbra un mundo ignoto, cuyo horizonte huye
una y otra vez cuando avanzo.

¡Qué fastidio es detenerse, terminar,
oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio!

Como si respirar fuera la vida. Una vida sobre otra
sería del todo insuficiente, y de la única que tengo
me queda poco; pero cada hora me rescata
del silencio eterno, añade algo,
trae algo nuevo; y sería despreciable
guardarme y cuidarme el tiempo de tres soles,
y refrenar este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo
de seguir aprendiendo, como se sigue a una estrella que cae,
más allá del límite más extremo del pensamiento humano.

Éste es mi hijo, mi propio Telémaco,
a quien dejo el cetro y esta isla.

Lo quiero mucho; tiene el criterio para triunfar
en esta labor, para civilizar con prudente paciencia
a un pueblo rudo, y para llevarlos lentamente
a que se sometan a lo que es útil y bueno.

Es del todo impecable, dedicado completamente
a los intereses comunes, y se puede confiar
en que sea compasivo y cumpla los ritos
con que se adora a los dioses tutelares
cuando me haya ido. Él hace lo suyo, yo, lo mío.

Allí está el puerto; el barco extiende sus velas;
allí llama el amplio y oscuro mar. Vosotros, mis marineros,
almas que habéis trabajado y sufrido y pensado junto a mí,
y que siempre tuvisteis una alegre bienvenida
tanto para los truenos como para el día despejado, recibiéndolos
con corazones libres e inteligencias libres, vosotros y yo hemos envejecido.

La ancianidad tiene todavía su honra y su trabajo.

La muerte lo acaba todo: pero algo antes del fin,
alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse,
no indigna de quienes compartieron el campo de batalla con los dioses.

Las estrellas comienzan a brillar sobre las rocas:
el largo día avanza hacia su fin; la lenta luna asciende; los hondos
lamentos son ya de muchas voces. Venid, amigos míos.

No es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo.

Zarpemos, y sentados en perfecto orden hiramos
los resonantes survos, pues me propongo
navegar más allá del poniente y el lugar en que se bañan
todos los astros del occidente, hasta que muera.

Es posible que las corrientes nos hundan y destruyan;
es posible que demos con las Islas Venturosas,
y veamos al gran Aquiles, a quien conocimos.

A pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho; y, a pesar
de que no tenemos ahora el vigor que antaño
movía la tierra y los cielos, lo que somos, somos:
un espíritu ecuánime de corazones heroicos,
debilitados por el tiempo y el destino, pero con una voluntad decidida
a combatir, buscar, encontrar y no ceder.

Alfred Tennyson