IMPOSIBLE DIBUJARTE (I)
Castilla, tan fácil nombrarte e imposible dibujarte;
por cada diez dibujantes, diez castillas distintas se debaten,
por cada diez historiadores, veinte, y sobre ellas cuarenta dudas,
ochenta interrogaciones.
Como muchos, aprendí de niño a recitar de carrerilla
las ocho provincias que en el norte te hicieron vieja, noble.
De los valles de Cantabria y Burgos
emanan los primeros latidos,
el origen de una bandera, el Ebro,
un nombre, un pueblo, los firmes pasos
que al sentir La Rioja
se hacen prolongados sorbos en las vides.
Nace el Duero, nace humilde,
amamantado por el frío.
En Soria, Segovia y Ávila tiene Castilla,
al igual que Portugal y el País Leonés,
su tierra de extremos:
aquí también
la Extremadura encontraréis;
y es en Palencia y Valladolid
donde el monte de venus
se precipita en la llanura
hasta que la dulzaina y el redoblante
ya no se escuchan
y suenan del viejo reino vecino
la chifla y el tamboril.
IMPOSIBLE DIBUJARTE (II)
Y en el sur, colmada Somosierra,
allende Gredos y el Pico de Almanzor,
al este la Sierra de Ayllón,
las nubes, curiosas,
comprueban que el alma de estas tierras
es inequívocamente de Castilla,
el mismo, sin diferencia,
aquella que con tino llamaron “la Nueva”,
coronada de montañas en sus cuatro costados,
de ciudades encantadas e intensos aromas:
los de La Jara y La Alcarria
por citar dos de muchos, los más nombrados.
Madrid, Guadalajara y Toledo
rivalizan en encantos
por cortejar al río Tajo,
mientras que La Serranía, un mueso
en la tierra, de interminables pinares
y enredos travertínicos,
es el pasillo abrupto del río Júcar
a su encuentro con el Mediterráneo.
De las numerosas teorías
por las que se apunta de que el Júcar
escogió este mar, me decanto por una,
la que dice que antes de esposarse con las olas
prefirió desvirgarse con el azahar.
Y en La Mancha, tierras
de Ciudad Real, Albacete
y sur de Toledo y Cuenca,
solar de Don Quijote, titubeos del Guadiana,
es donde Castilla, exhausta,
delega los temores a sus molinos
en esa lucha con el viento, lucha sin cuartel,
por un futuro impreciso, en aras a su unidad.
Castilla, tan fácil nombrarte e imposible dibujarte;
por cada diez dibujantes, diez castillas distintas se debaten,
por cada nueva división provincial, regurgitan los viejos errores,
y sobre ellas una suma de dislates, menguan los caminos
y la esperanza
por recuperar Requena-Utiel.
Juan Carlos García Hoyuelos
Castilla, tan fácil nombrarte e imposible dibujarte;
por cada diez dibujantes, diez castillas distintas se debaten,
por cada diez historiadores, veinte, y sobre ellas cuarenta dudas,
ochenta interrogaciones.
Como muchos, aprendí de niño a recitar de carrerilla
las ocho provincias que en el norte te hicieron vieja, noble.
De los valles de Cantabria y Burgos
emanan los primeros latidos,
el origen de una bandera, el Ebro,
un nombre, un pueblo, los firmes pasos
que al sentir La Rioja
se hacen prolongados sorbos en las vides.
Nace el Duero, nace humilde,
amamantado por el frío.
En Soria, Segovia y Ávila tiene Castilla,
al igual que Portugal y el País Leonés,
su tierra de extremos:
aquí también
la Extremadura encontraréis;
y es en Palencia y Valladolid
donde el monte de venus
se precipita en la llanura
hasta que la dulzaina y el redoblante
ya no se escuchan
y suenan del viejo reino vecino
la chifla y el tamboril.
IMPOSIBLE DIBUJARTE (II)
Y en el sur, colmada Somosierra,
allende Gredos y el Pico de Almanzor,
al este la Sierra de Ayllón,
las nubes, curiosas,
comprueban que el alma de estas tierras
es inequívocamente de Castilla,
el mismo, sin diferencia,
aquella que con tino llamaron “la Nueva”,
coronada de montañas en sus cuatro costados,
de ciudades encantadas e intensos aromas:
los de La Jara y La Alcarria
por citar dos de muchos, los más nombrados.
Madrid, Guadalajara y Toledo
rivalizan en encantos
por cortejar al río Tajo,
mientras que La Serranía, un mueso
en la tierra, de interminables pinares
y enredos travertínicos,
es el pasillo abrupto del río Júcar
a su encuentro con el Mediterráneo.
De las numerosas teorías
por las que se apunta de que el Júcar
escogió este mar, me decanto por una,
la que dice que antes de esposarse con las olas
prefirió desvirgarse con el azahar.
Y en La Mancha, tierras
de Ciudad Real, Albacete
y sur de Toledo y Cuenca,
solar de Don Quijote, titubeos del Guadiana,
es donde Castilla, exhausta,
delega los temores a sus molinos
en esa lucha con el viento, lucha sin cuartel,
por un futuro impreciso, en aras a su unidad.
Castilla, tan fácil nombrarte e imposible dibujarte;
por cada diez dibujantes, diez castillas distintas se debaten,
por cada nueva división provincial, regurgitan los viejos errores,
y sobre ellas una suma de dislates, menguan los caminos
y la esperanza
por recuperar Requena-Utiel.
Juan Carlos García Hoyuelos
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