Cuando el horizonte no cambia de posición,
coagulado en las retinas de las ventanas,
de amaneceres concebidos en invernaderos
y atardeceres que se atrincheran
en la equidistancia costumbrista de los aplausos.
Juego de cifras, buenas noticias:
hoy son diez muertos menos por coronavirus;
como si esos de ayer fuesen lindes numéricos
y a un puñado del infortunio
se les concediese una segunda oportunidad.
No la hay,
no la hay,
parece como si hubiésemos olvidado
que nos pasaremos demasiado tiempo muertos.
Cuando las puertas son testigos coaccionados
de libertades que creíamos seguras
y los descansillos son atajos
por donde bajar bolsas de excusas.
Un día más, un día menos;
sé que pronto nos veremos, aunque hayamos
perdido la boca y eso de abrazarse
esté mal visto, se añada a una concatenación
de nuevos tabúes que se redimen
en confesionarios de metacrilato.
Confía, nos reencontraremos
en aquel maravilloso lugar llamado rutina,
muy cerca del forcejeo de las corrientes.
Juan Carlos García Hoyuelos
coagulado en las retinas de las ventanas,
de amaneceres concebidos en invernaderos
y atardeceres que se atrincheran
en la equidistancia costumbrista de los aplausos.
Juego de cifras, buenas noticias:
hoy son diez muertos menos por coronavirus;
como si esos de ayer fuesen lindes numéricos
y a un puñado del infortunio
se les concediese una segunda oportunidad.
No la hay,
no la hay,
parece como si hubiésemos olvidado
que nos pasaremos demasiado tiempo muertos.
Cuando las puertas son testigos coaccionados
de libertades que creíamos seguras
y los descansillos son atajos
por donde bajar bolsas de excusas.
Un día más, un día menos;
sé que pronto nos veremos, aunque hayamos
perdido la boca y eso de abrazarse
esté mal visto, se añada a una concatenación
de nuevos tabúes que se redimen
en confesionarios de metacrilato.
Confía, nos reencontraremos
en aquel maravilloso lugar llamado rutina,
muy cerca del forcejeo de las corrientes.
Juan Carlos García Hoyuelos