vigilar a tu amada, necio, al menos
procura vigilarla
por mí, para que yo la quiera más.
Lo que está permitido, desagrada.
Lo prohibido nos quema con más fuerza.
De hierro es el que ama lo que otro le permite.
Tengamos los amantes
un tanto de esperanza, otro de miedo,
y que deje un lugar para el deseo
de vez en cuando alguna negativa.
¿Para qué quiero yo una buena suerte
que nunca se preocupa por fallarme?
Yo no siento ningún amor por algo
que no me da ninguna vez molestias.
Una obra muy recomendable para estudiar la evolución
del amor en una Roma llena de prejuicios a los que en ocasiones no supo hacer
frente.
Ovidio, Amores, 2, 19
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