Flavio, de tus deleites a Catulo,
si no fueran burdos e indecorosos,
hablar querrías, sin callar detalle.
Pero yo no sé qué puta febril
prefieres:¡tanto te apena decirlo!
Pues tú no yaces una sola noche
solo; tu cama aulla, sin quedar tácita
nunca, olorosa de algún sirio aceite
y guirnaldas; y quedan tus cojines
gastados, entre el chirriar que sacude
tu lecho, tan trémulo y fatigado.
Pues no sirve de nada que los crápulas
callen: ¿y por qué? Tus gastados flancos
delatan todas tus obscenidades.
Dinos qué tienes de malo y qué tienes
de bueno, pues quiero llevarte al cielo,
con tus amores, en estos versitos.
Gayo Valerio Catulo
si no fueran burdos e indecorosos,
hablar querrías, sin callar detalle.
Pero yo no sé qué puta febril
prefieres:¡tanto te apena decirlo!
Pues tú no yaces una sola noche
solo; tu cama aulla, sin quedar tácita
nunca, olorosa de algún sirio aceite
y guirnaldas; y quedan tus cojines
gastados, entre el chirriar que sacude
tu lecho, tan trémulo y fatigado.
Pues no sirve de nada que los crápulas
callen: ¿y por qué? Tus gastados flancos
delatan todas tus obscenidades.
Dinos qué tienes de malo y qué tienes
de bueno, pues quiero llevarte al cielo,
con tus amores, en estos versitos.
Gayo Valerio Catulo
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