el que se mece en el arco de tu brazo;
tocar dócil tus dedos, llevarme
hacia adentro tus cipreses dorados.
No hay enojo, motivo alguno, es un pretexto,
pero provocaría un envite; quiero ser el mar
sobre la roca que más cerca estuviera de ti,
para enjaezarme de lluvia con sabor a bajel
y caer encima de tus risas que corren al resguardo.
Poder sentirte de nuevo, como hace tiempo,
cuando en nuestras bocas nos exiliábamos, muy ocultos;
regresar al insomnio del deseo,
morada de suspiros,
muy juntos.
Y si tu esculpido paseo
de mi tacto salobre se retirase,
claro lo tengo, de brisa
me enfundaría para ir agarrado
de tu mano, y mi cuerpo, entonces,
etéreo, en silencio, a la zaga de tus días,
que de ningún modo elevase dudas
de quien te acompañaba, nunca.
Juan Carlos García Hoyuelos
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante.