No me importa confesar
que he dudado de tu amor,
e incluso cuando me dijiste
que ya no me amabas
no creí de nuevo en tus palabras.
No dije nada, nada, sólo
te di un suave beso y en tu boca
mis dudas quedaron atrapadas.
Y dentro de ti, si bien en principio ajenas,
tuyas, muy tuyas fueron, y dudaste
de igual manera que yo lo hice,
dudaste si la piel que en esos momentos
mantenía tus ojos cerrados, era la mía
la que te acariciaba.
Y ahora que esas dudas
están disipadas, desaparecieron
cuando descubrí tu mirada
deshacerse en uno de mis sosegados silencios,
es tarde… ¡nos crecieron tanto las alas!;
largas como las de los vencejos,
como son las del viento que intenta
amarrarse con nudos de nubes
a las montañas,
y después de hacer correr el sudor
por la abrupta espalda,
ha de marcharse sin excusas,
vertiendo, eso sí, un nómada lamento.
pero ¡nos crecieron tanto las alas!,
que nos impiden hacer nítidas sombras
en el suelo, posarnos en la cornisa
donde escoger un mismo sueño.
Juan Carlos García Hoyuelos
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