Muchas lunas han pasado
desde que la luna árabe,
-uña de nácar, velo de Tánger-
se deshiciera en mi boca.
Te recuerdo lejana; tu saliva
fue mácula de amante
que se secó al desinflarse la noche.
y todas -si bien paganas,
del mismo modo que tú, luna mora-
se inmolaron en el cruce de su mirada
con los ojos azules de la mañana.
supe que cuando la tarde
recoge su rubia melena,
la estirpe del nuevo cielo
viene de África
montada en carros tirados
por purasangres
de largas crines de arena.
Juan Carlos García Hoyuelos
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