martes, 9 de diciembre de 2014

LAS RUBAIYAT - OMAR KHAYYAM: (extracto - 3)

Procede de forma que tu prójimo no se siente humillado con tu sabiduría.
Domínate, domínate. Jamás te abandones a la ira.
Si quieres conquistar la paz definitiva,
sonríe al Destino que te azota y nunca azotes a nadie.
Confórmate en este mundo con pocos amigos.
No busques propiciar la simpatía que alguien te inspiro.
Antes de estrechar la mano de un hombre,
piensa si ella no ha de golpearte un día.
¡Cuán pobre el corazón que no sabe amar,
que no puede embriagarse de amor!
Si no amas, ¿cómo te explicas la luz enceguecedora del sol
 y la más leve claridad que trae la luna?
Sabes que no tienes poder sobre tu destino.
Por qué esa incertidumbre del mañana ha de causarte miedo?
Si eres sabio, goza del momento presente.
El porvenir? Qué  te puede traer el porvenir?
He aquí la estación inefable, la estación de la esperanza,
la estación en que las almas sedientas de otras almas buscan una quietud perfumada.
Cada flor, es acaso la blanca mano de Moisés? 
Cada brisa, es acaso el tibio aliento de Jesús?
No marcha seguro por el Sendero el hombre que no ha recogido el fruto de la verdad.
Si pudo cosecharlo del árbol de la Ciencia, 
sabe que los días pasados y los días por venir 
en nada se distinguen del alucinante primer día de la Creación.
 En la feria que atraviesas, no procures encontrar algún amigo.
Tampoco busques sólido refugio.
Con ánimo valiente, acepta el dolor sin la esperanza de un remedio inexistente.
Sonríe ante la desgracia y no le pidas a nadie que te sonría: perderás el tiempo.
Renuncia a la recompensa que merecías.
Si feliz. No te lamentes por nada.
No anheles nada. Lo que te ha de suceder,
escrito está en el libro que hojea al azar el viento de la Eternidad.
 ¡Qué misterio el de esos astros que ruedan en el espacio!
Khayyám: aférrate con fuerza a la cuerda de la Sabiduría.
¡Cuidado con el vértigo que,
a tu alrededor, derriba a tus compañeros!
Un religioso dijo a una ramera: 'Estás ebria, 
atrapada a cada momento en una nueva trampa'
Ella respondió: 'Oh, Señor, yo soy lo que tú dices,
y tú, eres lo que aparentas?' 
En el vértigo de la vida sólo son felices 
los que presumen de sabios y los que no tratan de educarse.
Me incliné sobre todos los secretos del Cosmos y retorné a la soledad 
envidiando a los ciegos que hallé por el camino.
Quien me trajo a este mundo sin duda sabe dónde
me arrojará después. Nada ni nadie puede
cambiar su decisión. Bebamos, jovenzuelo.
¿Para qué he de esforzarme en variar lo invariable?


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