LXII
Ay de mí, ay de nosotros, bienamada,
sólo quisimos sólo amor, amarnos,
y entre tantos dolores se dispuso
sólo nosotros dos ser malheridos.
Ay de mí, ay de nosotros, bienamada,
sólo quisimos sólo amor, amarnos,
y entre tantos dolores se dispuso
sólo nosotros dos ser malheridos.
Quisimos el tú y yo para
nosotros,
el tú del beso, el yo del pan secreto,
y así era todo, eternamente simple,
hasta que el odio entró por la ventana.
el tú del beso, el yo del pan secreto,
y así era todo, eternamente simple,
hasta que el odio entró por la ventana.
Odian los que no amaron
nuestro amor,
ni ningún otro amor, desventurados
como las sillas de un salón perdido,
ni ningún otro amor, desventurados
como las sillas de un salón perdido,
hasta que se enredaron en
ceniza
y el rostro amenazante que tuvieron
se apagó en el crepúsculo apagado.
y el rostro amenazante que tuvieron
se apagó en el crepúsculo apagado.
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