En
mi aposento, asaltado a veces
por
el hosco lebrel
de
la esperanza, palpando
entre
mis manos su vaho turbador,
juzgo
ahora
mi
propia aspiración a la alegría.
una
palabra, la única
sobreviviente,
donde pueda
almacenar
mis sueños, defenderlos
de
toda vanidad, irlos
purificando
en mi interior
tiranía
callada, reagruparlos
en
una misma fuente igualatoria?
Pero
estoy solo frente
al
llamamiento del mundo: amo
su
fundación, vigilo
sus
mudanzas, trabajo cada día
en
las contestaciones
de
mi propia experiencia, junto
mi
vida en un papel.
Y las palabras,
al
borde de ser dichas, próximas
ya
a mi sueño, pretenden
suplantarme:
soy el azar
que
se traduce en vano. (Nadie
puede
ser el espejo de sí mismo.)
puso
nombre a su vida.
[Jose
Manuel Caballero Bonald]
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