cortejo de barbillas,
lisonjeo.
Brazos sin dueño, las lenguas se desvelan
en los diálogos acuosos del deseo
y en este cálido trayecto
me embeleso en tu cuello.
Los párpados van cerrándose
como el cielo que entre errabundas
cortinas blancas, oculta su medallón de oro.
Soy pasto de tu fuego, esclavo
de tus ensimismados embates.
no pares,
reavivemos el amor por dos frentes
y en ese éxtasis impío,
gozo inefable,
alimentémonos
de lo que reste de nosotros.
No acabes.
Las sábanas se retozan en nuestros cuerpos,
huelen a sueño profanado, evidencian
en sus prematuras arrugas la memoria del abordaje.
Hoy, no acabes.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
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