he descubierto en sus besos
el olor de aquella tierra
que antes me hiciera aliento
contenido, esqueje tardío en un árbol caído.
Escucho
al viento erguido, tirando
de excusas que quiero creer
pero que, al desnudarlas,
se desvanecen en la almohada;
último reducto donde se resguardan
los brazos heterogéneos del tiempo.
Volveré,
cuando las nubes no respiren
en mis ojos,
y al acercarme a ese río
que dibujaba al instante nuestras bromas,
no se escape de mis manos aún más frío.
Y llegará el día que escuche
al viento arrepentido, no en sus labios,
sino en los míos,
susurrando lo mismo pero a otros oídos.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
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