Descansa,
estoy detrás de ti;
pierde el recelo,
he talado el paisaje
de peñascos y cerros
para que te tumbes
en la llanura de mi mano.
Descansa,
ven;
el cierzo está preso
en otras latitudes.
Si hablo en la sima de tu oído,
despreocúpate,
de mi boca sólo tienen escapatoria
arrullos de céfiro.
Descansa…, descansa,
guíate por tus ojos
que ahora con instintiva pereza
arrían sus banderas.
Piensa en el sosiego
de este océano de cereal,
o bien, si lo prefieres,
déjate llevar por el tuyo,
de vuelos rizados
sobre un cielo de agua
y brumas de sal.
Descansa, no soliviantes al cansancio,
de reojo nos está mirando,
que ofrezca detalle
a tus primeros guiños oníricos
(menudo alcahuete)
de las posturas de dos enamorados.
Descansa;
tu cara en mi torso,
la mía en tus brazos;
volveremos a nuestros ojos.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
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