Ensimismados en la conversación de dos cafés,
nuestros labios dejan de latir.
Uno frente al otro, los sorbos
marcan sus pausas, sendos destinos;
el aroma asciende híbrido, sin que le interese
quién pertenece a quién,
ni cómo ha de hacer para detenerse.
No hablemos, no es preciso,
ambos exteriorizamos convulsas llamadas
en el sosegado aliento de dos cafés.
No, no hablemos, escuchémonos
en el tembloroso calor de la fragancia.
Es en estos momentos cuando no añoro tus besos,
ni el olor de tu
piel, ni los sedimentos de tu deseo,
si los labios de mi taza saben igual a tu garganta,
y pese a que ya no desarropo tus sueños
descubro como tu boca, a la par que el ligero
movimiento inclinado de la oscuridad, se abre
para recordarme en tu desnudez.
No echemos prisa, atemos a la
noche
en este pequeño espacio, es mucho
lo que han de decirse nuestros dos cafés.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
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