sábado, 11 de mayo de 2013

TUS LÁGRIMAS DE ACERO

 
Ahora, cuando no puedes escucharme,

cuando te adivino en la memoria

de los gestos que ya extraño,

cuando es probable que el teclado

no vuelva a saber de nosotros,

destrozo el émulo de mi orgullo

en las córneas de la ventana.

 
Llanto de niño adulto, por un amor

que cae a empujones contra

la carne rala del suelo.

Atónito en sus mil pedazos,

observo su placenta desgarrada

sin saber qué hacer;

son demasiadas las palabras

que, dispersas, te llaman boca abajo.

Aunque robasen el habla,

por favor, no les prestes mínimo caso.

 
Demasiadas para reconciliarme

con tu ambigua sinceridad, con tus lágrimas de acero,

demasiadas fueron;

ninguna de ellas podré olvidar.

 
Pero también sé, aún me conozco,

que jamás dejaré de amarte,

y que estos párpados con edemas,

senos de un melanoma en el corazón,

buscarán un atisbo de alivio cuando mi sangre

se oscurezca en una luna nueva

de cuatro vértices.


[Juan Carlos García Hoyuelos]

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