La noche muerde mis hombros,
pesca, con redes embancadas
a carnosas relingas,
el empuje díscolo de mi torso.
Dolor y placer,
pinza de escorpión y mímica
desorientada de río
compitiendo por quién se
hace
en propiedad con mis desbocados latidos.
vuelves sin previo aviso,
devorando todas aquéllas
que, atadas a mis labios,
te estuvieron esperando.
No importan las razones,
la única pregunta que tenía
para entregarte ha quedado
encallada en la colina
salvaje de tu boca.
Si está escrito, saltemos
el prólogo, la luna mira cansada,
hundámonos en la carcajada
de la cama y, en un intercambio
de manantiales, desafíame
a un todo o nada.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante.