miércoles, 15 de mayo de 2013

MI PIEL POR AQUELLA QUE ANHELAS


Me muevo dentro de mi quietud,

por las desiguales hendiduras que di a la memoria,

extraños ojales para esta insólita corriente,

cúmulo de fragancias,                                        

de risas y de mosqueos,

un grito al que amortajaron

con longevas vendas de rumor.

 
Si sólo estás en estos movimientos,

no tengo otro remedio

que volver a mí, y al volver

los días destiñen su cola de novia;

no concluyo de  retroceder

a tu pasado no muy lejano,

aunque para ello corone nubes miopes

que se disipan cuando la tormenta

descarga en las manos.

 
Borradas por entero, adrede,

las referencias del retorno,

afligido vadeo las inquietudes

de mi vanidad deshilada, los hilvanes a su suerte.

¿Qué puedo decirme?

Tanto mejor si es nada.

 
¡Ay, si pudiera arrancarme la piel!,

sustituirla por aquélla que anhelas;

baste una permuta de medianoche

y sabrías que nadie te ha amado 

ni te amará como yo lo hago, nadie.

Después, en un último beso,

un beso que emule a aquél,

                                            ¿lo recuerdas?,

me buscarás tras este usurpado tejido,

y una vez descubierto

me iré aún más despojado.


[Juan Carlos García Hoyuelos]

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