Me muevo dentro de mi quietud,
por las desiguales hendiduras que di a la memoria,
extraños ojales para esta insólita corriente,
cúmulo de fragancias,
de risas y de mosqueos,
un grito al que amortajaron
con longevas vendas de rumor.
Si sólo estás en estos movimientos,
no tengo otro remedio
que volver a mí, y al volver
los días destiñen su cola de novia;
no concluyo de retroceder
a tu pasado no muy lejano,
aunque para ello corone nubes miopes
que se disipan cuando la tormenta
descarga en las manos.
Borradas por entero, adrede,
las referencias del retorno,
afligido vadeo las inquietudes
de mi vanidad deshilada, los hilvanes a su suerte.
¿Qué puedo decirme?
Tanto mejor si es nada.
sustituirla por aquélla que anhelas;
baste una permuta de medianoche
y sabrías que nadie te ha amado
ni te amará como yo lo hago, nadie.
Después, en un último beso,
un beso que emule a aquél,
¿lo
recuerdas?,
me buscarás tras este usurpado tejido,
y una vez descubierto
me iré aún más despojado.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
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