Como un árbol sin su nervuda pierna,
es el amor que por ti queda
rezagado en mis brazos.
Faz sujetándose en un pedestal de piedras,
todavía verde, de tonos pardos
cuando la tierra ascienda por la montura
de sillería y le dé detalles de sus secretos.
Brazos de recia dulzura y fuerza de tamo,
agotado te llevo sabiendo bien
que eres un recuerdo
en las caricias retenidas,
sobre la voz de nuestros labios,
cacofonía de incontables besos.
Tanto pesan, tanto,
los huesos apáticos,
los músculos rígidos del desengaño.
Yo, donde llegaba ya no puedo,
y pese a las mentiras que digo
al esfuerzo para que no se desplome,
la tierra va subiendo
por detrás de mis sienes,
y una rodilla se dobla
para alcanzar el descanso,
para no hacerme sentir un árbol destronado,
hoy verde, con canas de arcilla
a corto plazo.
[Juan Carlos García Hoyuelos]
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