“Os invito a leer este texto de Amadou Hampâté
Bâ, un sabio africano del S. XX (1901-1991) Aunque está dirigido a la juventud,
nos hace también reflexionar a los que somos un "poco menos jóvenes".
La carta completa no tiene desperdicio, pero esto es un extracto, por
cuestiones de espacio. Aún así, merece la pena leerla con tranquilidad.”
Mis
queridos jóvenes:
El
que os habla es una de las primeras personas nacidas en el siglo XX. Ha vivido
por lo tanto bastante tiempo y, como os podéis imaginar, visto y oído muchas
cosas en este vasto mundo. No pretende, sin embargo, ser un maestro de nada. Ha
querido ser, ante todo, un eterno investigador, un eterno alumno y, aún hoy, su
sed de aprender es tan viva como en los primeros tiempos.
Con
mucho esfuerzo empezó buscándose a sí mismo en el prójimo para conocerse mejor
y así amarlo en consecuencia. Desearía que hicierais lo mismo cada uno de
vosotros.
Después
de esta difícil búsqueda, emprendió numerosos viajes por todo el mundo: África,
Oriente Próximo, Europa, América. Como alumno sin complejos y sin prejuicios,
solicitó la enseñanza de todos los maestros y de todos los sabios que encontró
en su camino y se puso dócilmente a su escucha. Grabó fielmente lo que le
dijeron y analizó objetivamente sus lecciones con el fin de comprender
correctamente los distintos aspectos de su comportamiento. En pocas palabras,
se esforzó siempre por comprender a los hombres, porque el gran problema de la
vida es la comprensión mutua.
Ciertamente,
ya se trate de personas, de naciones, de razas o de culturas, somos todos
distintos unos de otros; pero también tenemos algo semejante, y es esto lo que
hay que buscar para poderse reconocer en el otro y dialogar con él. Entonces,
nuestras diferencias, en lugar de separarnos, serán complementarias y fuente de
enriquecimiento mutuo.
Lo
mismo que la belleza de un tapiz depende de la variedad de sus colores, la
diversidad de los hombres, de las culturas y de las civilizaciones constituye
la riqueza del mundo. ¡Qué aburrido y monótono sería un mundo uniforme en el
que todos los hombres, calcados de un mismo modelo, pensaran y vivieran de la
misma forma! No teniendo nada que descubrir en los demás, ¿cómo podrían
enriquecerse uno?
En
nuestra época, sobre la que pesan amenazas de todo tipo, los hombres ya no
deben insistir en lo que les separa, sino en lo que tienen en común, respetando
la identidad de cada uno. El encuentro y la escucha de los demás son siempre
más enriquecedores, incluso para el desarrollo de la propia identidad, que los
conflictos o las discusiones estériles para imponer el punto de vista propio.
Un viejo maestro africano decía: hay mi verdad y tu
verdad, que jamás llegarán a encontrarse. LA Verdad se encuentra en
el medio. Para acercarse, debe cada uno desprenderse un poco de su
verdad y dar un paso hacia el otro...
Jóvenes,
nacidos a finales del siglo XX, estáis viviendo a la vez una época aterradora
por las amenazas que pesan sobre la humanidad y apasionante por las
posibilidades que se abren en el campo de los conocimientos y de la
comunicación entre los hombres. La generación del siglo XXI conocerá un
encuentro fantástico entre las razas y las ideas. Según la forma en la que se asimile
este fenómeno, asegurará su supervivencia o provocará su destrucción mediante
conflictos mortíferos.
En
este mundo moderno, nadie puede ya refugiarse en su torre de marfil. Todos los
estados, ya sean fuertes o débiles, ricos o pobres, serán en adelante
interdependientes, aunque no sea más que en el plano económico o frente a los
peligros de una guerra internacional. Lo quieran o no, los hombres están
embarcado en una misma balsa: si se levanta un huracán, todos estarán
amenazados a un mismo tiempo. ¿No es mejor tratar de comprenderse y de ayudarse
mutuamente antes de que sea demasiado tarde?
Incluso
la interdependencia de los estados impone una complementariedad indispensable
entre los hombres y las culturas. En nuestros días, la humanidad es como una
gran fábrica en la que se trabaja en cadena: cada pieza, pequeña o grande,
tiene una función bien definida que puede condicionar el futuro de toda la
fábrica.
Actualmente,
por regla general, los bloques de interés se enfrentan y se despedazan. A
vosotros, oh jóvenes, os corresponderá hacer que resurja poco a poco una nueva
mentalidad, más orientada hacia la complementariedad y la solidaridad, tanto
individual como internacional. Será la condición para la paz, sin la cual no
podría haber desarrollo.
(..........)
Jóvenes
de África y del mundo, el destino ha querido que en estas postrimerías del
siglo XX, al alba de una nueva era, seáis vosotros una especie de puente
tendido entre dos mundos: el del pasado, en el que las viejas civilizaciones
sólo aspiran a legaros sus tesoros antes de desaparecer, y el del futuro, lleno
de incertidumbres y de dificultades, - cierto es-, pero también rico en nuevas
aventuras y en experiencias apasionantes. Os corresponde aceptar el reto y
actuar de tal forma, que no se produzca una ruptura desgarradora, sino una
continuidad serena y la fecundación de una época por la otra.
Cuando
las corrientes os arrastren, recordad nuestros viejos valores de comunidad, de
solidaridad y de saber compartir. Y si tenéis la suerte de disponer de un plato
de arroz, ¡no lo comáis vosotros solos! Si los conflictos os amenazan,
¡recordad las virtudes del diálogo y de la palabra!
Y
cuando queráis buscar un empleo, en lugar de dedicar todas vuestras energías a
trabajos estériles e improductivos, pensad en volver hacia nuestra Madre
tierra, nuestra única verdadera riqueza, y entregadle todos vuestros cuidados
con el fin de poder obtener lo necesario para alimentar a todos los hombres. En
pocas palabras, ¡permaneced al servicio de la vida, en todos sus aspectos!
Es
posible que algunos de vosotros digan: “¡Es pedirnos demasiado! ¡Semejante
tarea está fuera de nuestro alcance!”. Permitidle, a este anciano que soy, que
os confíe un secreto: lo mismo que no hay ningún “incendio pequeño” (todo
depende de la naturaleza del combustible que encuentre a su paso), tampoco hay
ningún esfuerzo pequeño. Todo esfuerzo cuenta y nunca se sabe a partir de qué
acción aparentemente modesta surgirá el acontecimiento que cambie el rumbo de
las cosas. No olvidéis que el rey de los árboles de la sabana, el poderoso y
majestuoso boabab, sale de una simple semilla que, al principio, no es más
gruesa que un pequeño grano de café....
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